Frente a la copa, en la barra de un bar, tras un rato de charla, llegaron al momento de las confidencias y ella le dijo: "Soy baqueana". ¡Horror, no tenía ni idea de lo que quería decir! Pero, comenzó a desconfiar. No le daba buena espina lo que pudiera esconderse detrás de tal declaración. Perdió el interés por ella, aligeró la conversación y se retiró absolutamente incómodo y receloso. A la mañana siguiente, cuando comenzó la expedición de búsqueda, se percató de que la mujer figuraba como experta conocedora de caminos, tronchas y atajos. Fue la guía fructífera del grupo, sin cuya experiencia, la misión hubiese fracasado.
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