Ellas fundaron una asociación cuyo objetivo único era luchar para que los culpables devolviesen absolutamente todo lo robado, conseguido por legislaciones abusivas, por chanchullos o por precios desorbitados y fuera de razón. Incluso propusieron escobillar la heráldica para averiguar vividores fraudulentos. Su actividad se hizo frenética y estresante, pues no cesaban de descubrir corrupciones. Se asociaban cada vez más personas deseosas de limpieza ética y justicia social. Pero no había modo de parar el ferrocarril del trinque y la rapiña. Con los discos duros de sus portátiles repletos de nombres y documentos probatorios, se sentían apuradas y desbordadas. Hasta que, un día, las obligaron a marcharse con la música a otra parte, donde no pudieran oírla las personas decentes.
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