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Microrrelato. Piernas varicosas


Cuando supieron de sus piernas varicosas, con dilataciones venosas abultadas y purulentas, pensaron, en su ignorancia, que se trataba de una enfermedad infecciosa y decidieron lapidarla. "¿Acaso se trata de una mujer pecadora?", preguntó un tal Judas que andaba por allí. "Es una apestada leprosa. Sólo hay que verle las piernas". "¿Vosotros le habéis visto las piernas a esta infeliz?" "Nuestras esposas le han visto las piernas". Entonces Judas se acercó a la mujer y, con autoritaria voz, le rogó que se levantara la falda. Al ver sus muslos, exclamó: "¡Quién esté libre de varices, que arroje la primera piedra!" Uno a uno, mujeres y varones, ya que todos pasaban de cierta edad, abandonaron su guijarro y el lugar. "Mujer, nadie te hará daño. Vete, toma frutos e infusiones del árbol Ginkgo biloba y aplícate cataplasmas con sus hojas". "Gracias", dijo ella y se marchó con la intención de encontrar la planta que el desconocido salvador le había recomendado.

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