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Diario de un español en crisis. La semana de Susana


Susana quiere coger al fin las riendas del rucio cojitranco del partido y ha asomado su rostro campechano por las cadenas televisivas esta semana. Con el carmín de guerra, como los antiguos sioux, ha germinado dicharachera en los platos de opinión pública negando una y otra vez como San Pedro, pero sus negaciones son claras afirmaciones. El ciudadano ya está maduro en teatrillos, jácaras, chanzas y pasos de su compatriota el sevillano Lope de Rueda.

 El maquillaje del rostro la delataba también en la tramoya sevillana con Felipe González de maestro de ceremonias. Aquel que no ha mucho dio el pistoletazo de salida para degollar al humillado Sánchez, el hombre sin pescuezo: “Sánchez me ha engañado”, dijo. Era el santo y seña para lanzar el ataque, el día D, la conjura de la discordia y el desacato.

Una vez que a Sánchez lo han puesto en remojo o en el congelador del tiempo y han diezmado sus huestes en la segunda fila del congreso se impone que los meses lo bajen del coche, ese coche ignoto con el que todavía no ha salido de Vallecas.

Susana, la poderosa Susana, ordenó el sanedrín, envió a galeras a los díscolos y ha venido a Madrid a decir que ella está viva y coleando. Con el empuje que tuvo siempre desde los dieciocho años. Que eso de la fontanería es lo que se le ha dado siempre bien a su familia y la fontanería ha sido el quehacer durante muchos años. Una vez arreglada la avería Sánchez y el tapón de los sediciosos, la corriente de agua va ya conducida por su litoral.

Susana quiere tomar las riendas de ese rucio cojitranco que solo posee el alimento de la desolación. Un jumento enteco al borde de la agonía. Un pollino que necesitará muchos años para salir del coma inducido en el que ha entrado. Mucho ha de cambiar el mundo para que el mundo cambie. Y el mundo le ha dado la espalda.

Susana ha mirado al frente. Piensa que Sánchez no le dura un asalto. Todo está preparándose para que sea así. Es una cuestión de fontanería. No le faltan apoyos de varonías y público, y ella maneja las plazas con soltura como Villalobos el Candy Crash.

Tiembla Rajoy, tiembla Iglesias, Susana ha llegado a Madrid a los platós, donde dicen, como Trump, se ganan las elecciones.

Y Susana quiere ignorar a Pablo, pero no percibe que el único que podrá darle la victoria es el coletas.

 

 

 

 

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