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Egoísmo ilustrado


Hasta hace poco, elitismo y pluralismo eran los dos enfoques principales desde los cuales se analizaba a la élite política. Por su parte, el elitismo sostiene que es una minoría reducida la que ocupa el espacio político debido a su formación, recursos económicos, capital simbólico y acceso a diversas redes sociales. En cuanto al pluralismo, se considera que más que hablar de élite, es preciso referirse a las “élites”, es decir, a una diversidad de grupos que compiten de forma asimétrica en un entorno democrático por el control de distintas fuentes de poder. A la par que se entendía que estas fuentes de poder variaban según el tema o asunto que se tratase desde el económico hasta el social, pasando por otros como el cultural, deportivo, etc.

El estallido de los papeles de Panamá en el contexto mundial y no sólo el español. Este capítulo de la historia de las élites que ha conllevado consigo la dimisión del Primer Ministro de Islandia y del Ministro de Industria en España, entre otros, subraya la necesidad de crear nuevas fórmulas para pensar en la élite. De los anteriores puntos de vista y su confluencia, la creencia que las élites eran los mejores educados, con poder económico y acceso a redes en arenas compartimentadas sin que existiese contacto entre élite política y élite económica no nos sirve para comprender este fenómeno.

Como hipótesis, debería pensarse en una élite egoísta, es decir, retornar a los viejos postulados michelianos y wrightmillianos. Cualquier élite en la postmodernidad debiera tener una suerte de carácter individualista que le lleva a tomar decisiones en beneficio propio. A la vez que, a través del discurso o de acciones de “poder blando” expresa una preocupación hacia la sociedad a la que sirve.  En definitiva, un “egoísmo ilustrado” que permita comprender cómo aún habiendo elegido a los políticos, un sector importante de ellos no representan a sus votantes en ningún aspecto.

 

 

 

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