En la Razón digital del pasado 31 Marzo con la firma de H. Montero, aparece el mapa de España distribuido por comunidades con la indicación del PIB per cápita anual de cada región. La más rica, Madrid con 31.812 euros. Le siguen los vascos con 30.459 euros. La más pobre, Extremadura, con 16.166 euros. Andalucía ocupa el lugar anterior con 17.263 euros. La media española se cifra en 23.290 euros. Las diferencias entre el PIB per cápita extremo es notabilísima. Madrid llega casi a duplicar el de Extremadura y supera en más del 84 % al de Andalucía.
Según informa el medio, los datos provienen de la Contabilidad Regional publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Los números son inapelables y expresan con claridad meridiana los desequilibrios regionales que proporcionalmente se originan en las personas. En el Mapa se observa dos coloraciones diferentes, la del Norte y la del Sur, con línea divisoria en el paralelo de Madrid con la cuña del norte de Castilla-la Mancha. Figuran con colores destacados Madrid y Vascongadas. Los colores materializan la España de varias velocidades así como confirma el tópico de los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
Merecería la pena establecer la correlación estadística entre estos datos y las calificaciones obtenidas en los informes PISA, por autonomías. Averiguar las causas de esa desigualdad; determinar las políticas y acciones necesarias para el cambio de la tendencia es imprescindible si no queremos que las desviaciones sean irreversibles condenando a una zona de España a la subvención de la otra.
Si la política del Gobierno de España es general, céteris páribus, son las comunidades autonómicas con las suyas las generadoras de los desequilibrios. Si eso es así y parece que lo es, no podemos olvidar que en las tres comunidades de menor renta, desde la pre-autonomía, en Andalucía sólo ha gobernado el partido socialista. También, salvo una legislatura, en Extremadura y Castilla la Mancha ha gobernado el partido socialista.
Por otra parte, de ser cierto lo que dicen los medios sobre el desvío de tantos millones de euros de los planes de formación en Andalucía a destinos espurios, merece doble descalificación. Una por el hecho en sí que cambió la finalidad del destino social para enriquecer a particulares. Y otra, mucho más grave, porque se sustrajo de la necesidad que, de haberse aplicado conforme a ley, pudo orientar muchas vidas profesionales y sacarlas de la indigencia.
Los bienes que se sustraen al remedio de las necesidades, son doblemente dañinos para la sociedad. Restañar el deterioro moral generado se llevará un tiempo de difícil normalización.
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