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Teatro político


El gobierno entre PSOE y Podemos es una realidad efectiva. Al menos eso ha escuchado el arribafirmante de un miembro de la cámara alta. Al parecer tanto Pedro Sánchez como Pablo Iglesias habrían acordado desde hace más de un mes cuál sería el futuro gobierno de este país, tras la renuncia de Mariano. La sucesión de episodios de intentos, abandonos, amores, rupturas y rechazos entre los grupos parlamentarios no sería nada más y nada menos que la puesta en escena de una obra literaria. Un drama no al estilo shakesperiano, sino al más puro estilo rocambolesco y gamberro de Juego de Tronos donde nunca termina de haber un desenlace final.

Es sugerente la invitación que hace la hipótesis de la política como teatro. Y es que, la vida pública no deja de ser una puesta en escena. Una trama donde los actores, los discursos, las proclamas y los símbolos adquieren un valor especial. Durante mucho tiempo, los expertos en política han denostado la preocupación intelectual por el poder simbólico y las consecuencas que implica. No obstante, esta telerrealidad mostrada a través de los medios de comunicación y de la actuación magistral de nuestra élite política hacen palidecer a esos “expertos”.

Ahora bien cabe preguntarse si la última condición sobre un nuevo referéndum catalán era parte del guión. O si por el contrario, ya se había pactado una respuesta entre los dos partidos de izquierda. Sea cual fuere existe una diferencia entre sus públicos. La audiencia de los socialistas en general no está dispuesta a plasmar la cuestión catalana como una prioridad política en los tiempos que corren. Mientras que, ese electorado de Podemos compuesto de jóvenes preparados, parados, okupas, perroflautas y otras personas afectas al antiguo 15-M, cuya prioridad era la crisis económica sí están satisfechos. Satisfechos con anteponer la independencia de una región española a cambio del cambio.

 

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