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Un paraíso granadino


Desde la segunda mitad del siglo XVI se conservan escritos de un grupo bastante significativo de autores insignes que coinciden en sus manifestaciones sobre cómo el paraíso alpujarreño lo descubrió al mundo precisamente la rebelión de los moriscos acontecida bastantes años después de la desaparición del reino de Granada (1568-1571). El polígrafo visir granadino Ibn Al Jatib (Loja, Granada, 1313-Fès, 1374) refiriéndose a este edén, donde la belleza natural y lo misterioso conviven desde la génesis del mundo, escribió: “Senda de cuidados y martirios que sólo frecuentan varones de gran abnegación y desprecio del mundo”.

Bernardo de Balbuena (1568-1627) en un par de endecasílabos nos dice: Aquella áspera sierra es la Nevada, / y de sus Alpujarras los vergeles... Tierras impresionantes y cautivadoras, bizarras y primorosas..., que atraen por su hermosura virgen, selvática, y su embrujo de siglos, tanto al nativo como al viajero.

El granadino Diego Hurtado de Mendoza (1503-1575), en su libro, “Guerra de Granada”, sobre la rebelión de los moriscos, nos da la clave del porqué estas tierras, en un principio “estériles y ásperas” y abruptas se transformaron en jardines y vegas  exuberantes y de  gran riqueza agrícola, ganadera, pesquera... Comarca esta que fue y es hoy en día, “con la industria de los moriscos, tratable y cultivada, abundante de frutos y ganados...”.

Juan Rufo (1575-1628), poeta cordobés, autor de “La Austríada” y “Apotegmas”, nos expresa, en los cuatro últimos versos de una de sus octavas reales, cómo se pobló de moriscos y cristianos La Alpujarra granadina: Así, pues, unos y otros en casales / de la vega y del valle se arraigaron, / y muchos en los valles de la sierra / que llaman Alpujarra en esta tierra. 

En uno de los fragmentos de “Amar después de la muerte”, drama típicamente “de venganza” de Pedro Calderón de la Barca,  (1600- 1681), éste nos refiere: la Alpuxarra, aquesa sierra / que al sol la cerviz levanta, / y que, poblada de villas, / es mar de peñas y plantas, / adonde sus poblaciones / ondas navegan de plata.../ (...) ... hay valles que la hermosean, / campos que la fertilizan, / jardines que la deleitan...

No quiero extenderme más con otras referencias, sobre el paraíso alpujarreño, de Lope de Vega, Martínez de la Rosa, Zorrilla, Alarcón, Ganivet, Villaespesa...

Ciertamente, en el transcurso del siglo XIX, ya abrieron las puertas de La Alpujarra al orbe los precursores del nuevo descubrimiento alpujarreño. Pero fueron ciertos escritores y poetas y viajeros del siglo XX los que definitivamente dieron a conocer los encantos naturales, la belleza única en el mundo de este paraíso, hasta entonces un lugar ignoto, un edén oculto, unas guirnaldas totalmente floridas de pueblos y de valles, de sierras y de barrancos, de vegas y ríos... desconocidas. Actualmente, sus habitantes pueden estar orgullosos de que La Alpujarra es la comarca, entre todas las tierras del mundo, que más bibliografía tiene, además de ser también la más traducida a numerosos idiomas. Sólo me permitiré citar los nombres de algunos de estos autores con la finalidad de que quien lo desee pueda indagar sobre lo escrito por ellos acerca de este conjunto de pensiles célicos: Fidel Fernández Martínez, Jean Sermet, Joaquín Bosque Maurel, Gregorio Marañón, F. García Lorca, Gerald Brenan, Rafael Guillén, José G. Ladrón de Guevara, Hipólito Llanes, Rafael Gómez Montero, Harold López Méndez...

“Aunque invisible y casi impalpable, dice Eduardo Marquina, el alma de Granada empieza a ser como la nieve de su Sierra, un dictamen y una fuerza en ella. El relicario siente la conmoción y la virtud interior de sus reliquias. Los hombres de hoy ahondan en el tesoro de sus valores históricos y los sacan respetuosos en sus manos para ofrecerlos a la complejidad del alma de la patria y a la admiración universal...”.

 

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