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Epitafios y acertijos


El DRAE nos ilustra con la definición del vocablo que encabeza esta columna y nos dice que se trata de una: “Inscripción que se pone, o se supone puesta, sobre un sepulcro o en la lápida o lámina colocada junto al enterramiento”.

En Málaga era muy conocida la que reproducía el nicho de la entrada del antiguo cementerio de San Miguel, primera columna de la izquierda, tercera o cuarta fila en la que decía, cito de memoria:

“La deuda que los mortales

Contrajeron al nacer

Pagó dejando de ser,

Pedro Alcántara Corrales”.

Una cuarteta que no pierde el sentido cambiando el orden de sus versos.

Hay otros muchos, reales o inventados que se citan con frecuencia, como el que se atribuye a Groucho Marx.

El que no parece de general conocimiento es el de Diofanto de Alejandría, célebre matemático griego de incierta fecha de nacimiento que vivió en el siglo III d.C. y enriqueció las matemáticas con aportaciones significativas en las que figuran con derecho propio las llamadas en su honor ecuaciones diofánticas. El texto del epitafio que algún discípulo colocaría en forma de problema es el siguiente [1]:

“Dios le concedió el ser un muchacho durante una  sexta parte de su vida, y añadiendo a esto una doceava parte, él pobló de vello sus mejillas. Le iluminó con la luz del matrimonio después de una séptima parte, y cinco años después de su matrimonio le concedió un hijo. Pero ¡Ay! Infeliz niño nacido tarde; después de alcanzar la mitad de la medida de la vida de su padre, el frío destino se lo llevó. Después de consolar sus penas  con la ciencia de los números durante cuatro años más, finalizó su vida”.

En Internet hay otras traducciones parecidas pero me quedo con la conocida de la referencia.

Si planteamos la ecuación y la resolvemos, y es cierto que la vida de Diofanto fue así, podemos concluir que vivió durante 84 años.

Al releerlo, después de tanto tiempo, me ha transportado a mi niñez. D. Víctor, mi sabio maestro, nos proponía un problema de fracciones, semejante al acertijo sobre la tumba de Diofanto, de este tenor: “¡Adiós pastor de las cien ovejas! No llevo cien, pero si a las que llevo, agregas otras tantas, más la mitad, más la cuarta parte y me agregas a mí cien llevo”.

De la misma manera este acertijo se resuelve, bien por fracciones, o por una sencilla ecuación de primer grado que nos lleva a concluir que el rebaño  del pastor estaba compuesto por 36 ovejas. En efecto:

36 + 36 + 18 + 9 + 1 = 100.

Aunque los años cuarenta en España fueron muy duros, volver a la niñez en el recuerdo, reconforta.

 

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