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Educación en libertad


Concluía Profesión docente, columna anterior publicada no ha mucho, con esta aseveración: “Apuesto a que la palabra libertad no será santo y seña del libro blanco”. No solo no es santo y seña del Libro blanco de Marina, no, es que no aparece en el índice actualizado y sólo una vez al final del texto entregado al Ministro con este tenor: “Estamos colaborando para que la Humanidad alcance su plenitud, para librarnos de la selva, para andar por el camino de la libertad” (La he resaltado para que se note). El texto del documento aparece publicado en la Web del MECD.

Para estar seguro de que el dato es correcto, que el vocablo aparece sólo la vez citada, lo he comprobado de dos formas. Una con el motor de búsqueda que, puesto a la tarea, confirma su existencia una sola vez. Otra por la lectura subrayada y comentada de sus 87 páginas, en PDF.

Otro sí: El Libro Blanco menciona en una ocasión “reafirmarse los principios de la escuela democrática” y en otra, se refiere a “la convivencia democrática”  sin definir, en ninguno de los dos casos  lo que significan. Es así que la democracia sólo es posible en libertad, ergo con tan magra mención, la democracia no puede sostenerse con el Libro Blanco.

Lamento haber acertado en mi vaticinio y si el Libro Blanco no se asienta sobre la libertad se parirá un diseño de la Profesión docente agradable al poder y sus defensores autoritarios que prefieren el control, cuanto más férreo mejor, que la libertad. Pero como sin libertad la democracia es imposible, por mucho que hasta el empacho hablen de ella, sobre todo los políticos, el producto resultante será su falsificación bajo cuya ampulosa repetición palabrera se esconde un inmarcesible deseo de dominar las voluntades para sus espurias intenciones. 

Según leí en algún sitio, se atribuía a Clemenceau la célebre frase: “Si se quiere resolver un problema, se resuelve y si no se nombra una comisión”. También he leído que se atribuye a Napoleón. Cualquiera que sea el caso, parafraseándola, podemos decir: “Si se quiere resolver el problema educativo, se resuelve y si no se redacta un libro blanco” que según sostiene el autor  en documentos anteriores, ofrecerá los medios para mejorarlo de forma significativa.

Supongamos que el Sr. Marina acierta y gracias a sus propuestas consigue “favorecer un pacto de Estado sobre Educación” y se logra; y con él se implanta “Una carrera docente similar a la de los médicos en España, que dure siete años, dos más que en la actualidad, y con procesos selectivos y prácticas remuneradas”. Y los genios de la pedagogía así formados ocupan los centros. Y si todo transcurre de acuerdo con el plan, para ver algún resultado tangible habrá de pasar, al menos, otros cinco años que, sumados a los siete de formación del profesorado de excelencia, empezaríamos a vislumbrar alguna luz, en el supuesto que se alumbrara, al cabo de doce años.

¿Alguien cree que, en ese período, los políticos no se inquietarían y sacaran a relucir sus navajas dialécticas? Porque mientras tanto, al continuar con el mismo sistema, las evaluaciones externas nos mandarán una y otra vez a la cola de los evaluados y la educación será incluida una vez más en los programas electorales y seguirá dando tumbos dialécticos, sin solución. Al tiempo. 

 

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