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La educación en el candelero


El mundo educativo, desde hace décadas, anda muy revuelto. Los resultados de valoraciones externas a él lo sitúan en cotas que no se corresponden con nuestro desarrollo económico y nivel internacional. Los políticos se alteran. Sobre todo los que pretenden ideologizarla. Como ideología y solución no se engarzan se va dando tumbos sin encontrar la polar; el norte.

La educación es un guiso en el que todos queremos meter la cuchara y algunos el cucharón. Los comentarios alumbran opiniones. Los estudios que se presentan, no quiero decir nada de los documentos emanados de la Administración, con la rimbombante y repetitiva jerga educativa, periféricos, impositivos y autoritarios, son incapaces  de dar cauce al magma educativo porque la complejidad del asunto es de tal calibre que imposibilita llegar a soluciones definitivas e indubitables

Ahora, con las elecciones a la vuelta de la esquina, los partidos políticos, para cazar votos, incluyen en sus programas la atención plena y preferente a lo educativo. Así, como lo llamativo del sistema es el profesorado sometido desde siempre, al pim, pam, pum, de todo el que quiera arremeter contra él, se pretende "dignificarlo" como soporte para una mejor colocación de nuestros estudiantes en las evaluaciones internacionales.

Incluso se fija la duración del repunte: cinco años. Para alcanzar tan señalado objetivo se  está, como me referí en columna pasada, en la redacción de un libro Blanco de la Profesión Docente. Después se pretende proseguir  con la apertura de foros sobre el sistema educativo español que nos reporten las soluciones capaces de catapultarnos  a  cotas insospechadas en las evaluaciones externas.

Haciendo de nuevo política ficción diré: si los políticos, cosa metafísicamente imposible, se pusieran de acuerdo, de una vez por todas,  para que la Administración quitara sus zarpas de la educación y el parlamento salido de las urnas adoptara una proposición que instara al gobierno entrante a redactar un Decreto por el cual el sistema educativo español se asentase en los principios de libertad, flexibilidad y autonomía, se habría dado un paso de gigante en su mejora.

Porque lo imprevisible del ser humano es la base de su libertad, antídoto contra el poder totalitario quien la conculca con el mayor descaro. Ante el fracaso de un sistema tan intervenido como el nuestro la alternativa no ensayada, es liberalizarlo y cumplir de una vez la Constitución. No hacerlo, sería un dislate.

No se puede olvidar que el sujeto de educación es el alumno. Los que tienen que decidir sobre la educación que prefieren para sus hijos, son los padres o tutores. El estado democrático garantiza derechos, no conculca libertades.

El Estado debe velar por aquellos, que en edad escolar obligatoria, estén debidamente escolarizados. El lugar y el cómo pertenecen, sin injerencias de nadie, a los padres y tutores. Así eligen el centro y deciden si la educación es por sexos o mixta. Incluso respetan y apoyan la decisión de hacerlo en sus domicilios si los padres y/o familiares están capacitados para ello.

Pero, seguiremos intervenidos y el bla, bla, inmisericorde nos perseguirá sin piedad. Recurrentemente volveremos, una y otra vez, sobre el tema porque no lo habremos encaminado.

La Constitución Española, cuyo trigésimo séptimo aniversario cumplimos, no me atrevo a decir que celebremos, es otra “dama” a la que los políticos quieren desnudar, manosear y con aviesas intenciones someterla, antes de vestirla de nuevo, a toda suerte de vejaciones. No sé cómo pero hay que oponerse con rotundidad a que la mancillen.

 

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