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Feijóo no da la talla


No se precisan conocimientos estratégicos ni destrezas militares aprendidas al efecto; basta disponer de sentido común sin más. Si en una contienda un bando está fuertemente atrincherado, con amplio despliegue armamentístico, reforzado por varias partidas de implacables insurgentes y con aguerridas divisiones mediáticas, mientras otro le hace frente a cuerpo, solo armado de pacífica disposición esperando un afecto imposible, puede asegurarse que este último será pasto de buitres y otras alimañas rapaces. He dibujado el escenario a que se enfrentará el país en la larga campaña electoral. El sanchismo utiliza las más burdas, anticonstitucionales y disgregadoras decisiones —luego bendecidas por una recua de tertulianos mercenarios y batallones mediáticos— como si tras ellas se escondieran consagrados proyectos de justicia, hasta hoy desconocida, y bienestar.

Sánchez y su sanedrín carece de límites ni escrúpulos. Un oscurantismo desconocido le permite utilizar el Estado de Derecho (es tanto como “afiliar” a todos los españoles) para el personal interés del cacique. En un rasgo autocrático evidente, bordea, si no pisotea, la Constitución referida básicamente a las Instituciones y Derechos Ciudadanos. Los sucesivos intentos de someter al Poder Judicial, quebrando su independencia, constatan un inconfesable control dictatorial —visto también CNI, Tribunal de Cuentas y Centro de Investigaciones Sociológicas— hacia Instituciones básicas de la Nación. Durante la pandemia, aquellos Estados de Alarma instigados por “un comité de expertos”, más falso que Judas, fueron declarados a posteriori inconstitucionales. Vulnerar los derechos ciudadanos, ¿trajo alguna disculpa, dimisión o cese? Nada, y el PP tocando el violón.

Atenta, en un desenfreno estúpido e insólito, contra el pundonor de los españoles por sus arqueos ante quienes pretenden destruir, al menos, la convivencia nacional. Él mismo reconocía la imposibilidad de acordar nada con ciertos grupos situados en las antípodas de lo que podría denominarse “normal”. Por rememorar alguna declaración citaba, entre otras de parecido jaez: “jamás pactaré nada con Bildu” o “cualquier consonancia con Podemos me quitaría el sueño”. Hoy, realiza componendas individuales, innecesarias pero garantizándose el futuro, con Bildu. Podemos se ha convertido en imprescindible recíprocamente para mantener el poder él y Sánchez. Sobra la turbadora, pero bienamada disposición del independentismo inmovilista, reaccionario. Con esta compañía nada recomendable el sanchismo fuerza un futuro que exige ya inmediata fecha de caducidad.

Los acontecimientos descritos debieran tener respuestas contundentes. Sin embargo, la plana mayor de Feijóo recomienda moderación; una moderación que salta por los aires cuando se trata de Vox. Pareciera que el PP, en connivencia servil con Sánchez, quisiera recuperar un bipartidismo que este ya rechazó estentóreamente el 10 N de dos mil diecinueve. Desde hace un lustro, al PP le ha incomodado primero Ciudadanos y ahora Vox; nunca ese PSOE desaparecido tiránicamente bajo el imperio incontestable de un césar dominado por conciencia laxa, o sin ella, para asociarse con todos los extremos, habidos y por haber, sin el más mínimo sonrojo. Recuerdo la infamia perpetrada por Casado con motivo de la Censura presentada por Vox contra Sánchez. Hoy debería presentarla el PP, pero invoca desconfianza porque no tiene todos los ases bajo la manga.

La sociedad mayoritariamente, aun dentro de su apática ignorancia, ha decidido concederle a la izquierda toda reputación ética refrendada por inmovilidad y adhesión cómplice de la derecha. Escapa a toda lógica que el PP (sus líderes) se hayan dejado secuestrar un terreno en el que tendrían todas las de ganar resucitando la verdadera Historia del PSOE y los fraudes narrados sobre una derecha social sin apego al golpe ni a la dictadura. Franco consiguió que la derecha elitista nacional se uniera al alzamiento en defensa propia, para evitar su saqueo. No obstante, iniciar a estas alturas una Causa General sobre diferentes motivaciones de unos y otros, que terminaron con medio millón de muertos baldíos, me parece intempestivo y necio. Remover el pasado culposo a todos, no solo atenta contra el presente, sino que lo hace irreversible. ¡Pobre juventud!

Terminar con el sanchismo —sus desvíos y parámetros antidemocráticos, dictatoriales— se ha convertido en cuestión de Estado. Los esfuerzos de los españoles sensatos, previsores, deben ir encaminados hacia ese objetivo. Cierto que Fejóo no parece encarnar la indomabilidad de Churchill cuando dijo: “Los fascistas del futuro se llamarán a sí mismos antifascistas”. Al contrario, Feijóo les mece la cuna. De ahí su labor de zapa contra Vox, olvidando que sin él no puede gobernar y, visto lo visto, con él le aterra por lo que pueda insinuar un sanchismo que se ha saltado toda la normativa constitucional y abandonado cualquier expresión terminológica conveniente. Ayuso configura una auténtica tortura china para un Sánchez descompuesto (quizás desamparado) porque ve en ella el enemigo, único, indestructible. Feijóo, pese a las encuestas, no le quita el sueño.

El problema que arrastra el PP —por tanto, Feijóo— es que necesita fuerza moral para “atajar”, oponerse con la pureza de una Vestal, a las violaciones constitucionales del sanchismo. ¿Cómo puede reaccionar a los tejemanejes en materia institucional, lingüística o jurídica que lleva a cabo el ejecutivo de Sánchez, si todo ello se hizo con la connivencia y cooperación necesaria del PP? ¿Se necesita recordar que siendo Feijóo presidente de Galicia hubo oposiciones para funcionarios, abiertas a cualquier español, donde se exigió una prueba eliminatoria en gallego? Esta coyuntura le ilegitima, entre otros fundamentos, para resolver el obligado dilema del español en Cataluña, Valencia y Baleares. Ayuso no guarda ninguna lacra pretérita para manifestarse con razón, firmeza ni servidumbres sobre cualquier asunto. Motivo por el que Sánchez desata tanto esfuerzo desesperado, a la vez que infructuoso, para hacerla desaparecer políticamente.

Objetivamente, al PSOE puede quedarle una pizca de credibilidad si el personal recuerda a Felipe González, cosa improbable porque la socialdemocracia (salvo en Alemania) registra un retroceso histórico, por tanto de reputación, en toda Europa. Zapatero trajo descrédito; el sanchismo ha traído insolvencia y ridículo. Tal antecedente no da por bueno cualquier candidato para arrojar a Sánchez del poder. Se necesita una persona sin grietas, redonda, para que el farsante no pueda asirla de ningún recoveco. Para mí la candidata ideal es Isabel Díaz Ayuso, pero podría servir Elías Bendodo o cualquier joven líder autonómico excluido de viejos peajes. Se necesita alguien capaz de empatizar con Vox, Ciudadanos y partidos de la España vaciada bajo el lema indiscutible: “primero el ciudadano español”, sin dobleces ni estafas. No es momento de trivialidades ni errores.

 

 

 

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