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Pensar, un valor del ser humano poco en uso


Pensar es un sano ejercicio que todo ser humano ?pensante por definición? debe realizar para comprender y desenvolverse en un mundo donde los elementos, que lo mueven, son difícilmente comprensibles. En todo caso, uno de los objetivos, que se pretende al pensar, es el encaje en ese mundo que escapa a nuestro control y que se desenvuelve por parámetros incontrolados, cuando no desconocidos e incomprensibles, con objeto de gozar de una vida sosegada y llevadera en un tránsito existencial que procura la autorrealización mediante el desarrollo de nuestras potencialidades, desde el nacer al morir.

En ese presumible ejercicio siento gran desazón, cuando la estupidez conforma argumentos irracionales fraguados a base de consignas elaboradas en mentes ajenas a la del emisor, que han conseguido colonizar su pensamiento. Si el futuro de la humanidad está en manos de estos pendejos y así lo permitimos, lo tendremos bien merecido. El anacronismo argumental no puede, en ningún caso dar respuesta a problemáticas de una sociedad nueva y multifactorial que requiere respuestas imaginativas y novedosas vinculables al momento histórico y evolutivo.

Peligrosamente, en determinados esferas políticas nacionales e internacionales, van camino de la sumisión al líder del grupo y sus adláteres, aunque sea un mediocre e histriónico personaje que solo pretende jugar con nuestras emociones para conseguir sus objetivos. El ejercicio de pensar debe ser capaz de desenmascarar al falsario sometido a intereses ajenos.

Por otro lado, el librepensamiento es cada vez más escaso, porque no se nos enseña a pensar libremente, sino a asumir supuestos intereses de los embaucadores más que los nuestros propios. El librepensador suele ser un autodidacta o, al menos, con ese espíritu, que busca la verdad sin interferencias interesadas, dudando todo y rechazando dogmas para escapar del estigma de la historia.

Creer en alguien es revestirle de autoridad y prestigio en la materia de la que nos habla, pero somos tan “cortitos”, tan limitados, que, no sabiendo nada de nada, optamos por aceptar argumentos ajenos como forma de consolidar un pensamiento propio inexistente.

Con estos mimbres hay gente a los que la libertad de pensamiento les viene grande y prefieren seguir a otros en lugar de elaborar el suyo propio; nunca les enseñaron a pensar razonadamente… pensar, y hacerlo de forma racional y lógica, valorando la multitud de factores que intervienen, concatenados y desvestidos de la contaminación emocional, es complicado, difícil y no al alcance de todo el mundo; en sentido aséptico yo diría de casi nadie o nadie.

Pensar es analizar asépticamente las circunstancias para deshilar los argumentos y comprender las estructuras que pretenden consolidarlos por encima de cualquier otra alternativa no exenta de complejidad en su configuración, bajo la aplicación de la lógica con los matices individuales que se quieran, puedan o deban considerar.

La linealidad es una falacia y más falacia aún es la concepción de la realidad desde la unicausalidad, cuando la pluricausalidad es la base de la propia vida, donde el azar y la necesidad fueron fraguando la suerte de las especies; por tanto la unicidad de la culpa también lo es.

Poca fe me queda en el hombre cuando las tecnologías van dominando y forjando el pensamiento desde el poderío y manipulación de la información, cuando el “big data” asoma tras un horizonte encriptado, solo accesible a quienes dominan y trabajan en el análisis y desarrollo de los datos con potentes tecnologías, que suplantarán a la inteligencia humana, en tiempo no muy lejano, con sus complejos algoritmos.

O se enseña a pensar a los niños desde la escuela, con espíritu crítico y actitudes constructivas y de valores sociales y humanos, o la batalla del mañana está perdida y los inhumanos oligopolios alcanzaran definitivamente el poder bajo la batuta de su influencia y el dominio del mercado, con la gestión y manipulación de necesidades y emociones de la ciudadanía. Ya tienen mucho trabajo adelantado, solo les faltas un poquito más de alienación de las masas pasa someterlas definitivamente, cosa casi conseguida cuando el alienado defiende a muerte al alienador. 

En nuestro entorno hay tres modelos básicos en el mundo de la política y administración del Estado: a) uno autocrático y presidencialista, absolutista y dictatorial donde el cerebro de la sociedad es el grupo dominante, con sus líderes al frente y el pueblo a obedecer y ejercer de cuerpo ejecutor, mientras se domina el poder desde el aparato del Estado sin elecciones libres y equitativas, como ejemplos más significativos pongo a Rusia, China y similares. b) un modelo oligárquico, de desarrollo más libre, hasta tal punto que la ley no consolida el suprapoder del Estado, sino que define su escasa influencia para ejercer de director de orquesta en una partitura escrita por otros intereses ajenos a la mayoría de la ciudadanía, como son los oligopolios y/o las oligarquías a caballo del neoliberalismo del modelo Americano. El otro modelo, c) el del Estado del bienestar propio de Europa occidental, está en crisis, porque el neoliberalismo marcha a la conquista de todo aquello que ofrezca ganancias económicas, que pueda vehiculizarse a través del mercado libre. Estrategia, ganar el poder mediante la aquiescencia de los políticos a través de la compra de voluntades, el chantaje o el acoso hasta llevarlo a su redil. Este modelo es el que va perdiendo la contienda…

Uno, pasados ya los 70, mira hacia atrás, hace un recorrido histórico de sus vivencias y aflora la posguerra y sus miserias, la represión y sumisión política y religiosa, el despertar a la democracia, la lucha y esfuerzo por su implantación, por trabajar y estudiar como forma de huir de aquella nada… veo las metas alcanzadas e infiero que, tal vez, esta nueva sociedad, en términos generales, no supo sembrar en sus hijos la racional forma de ejercer el pensamiento. Pero a la vez, entiendo que el mañana ya no es mío, sino de mis hijos y mis nietos y deberán ser ellos los que definan en qué términos lo prefieren y hasta donde se implican en la lucha por conseguirlo.   

Yo soy el pasado, predominantemente mis hijos son el presente y mis nietos el futuro… mantener la línea de continuidad entre pasado, presente y futuro generacional pivota por demasiados elementos ajenos e incontrolables que hacen imprevisible el futuro. A mí, la mayoría de esos elementos tecnológicos, se me escapan… pero confío en que a mis hijos, de los que me siento orgulloso, no… mas el futuro es consecuencia de la pluricausalidad, de la interacción entre múltiples elementos del sistema advenedizos e incontrolados.

 

Antonio Porras Cabrera

 

 

Comentarios
  • Spigon

    23 June 2022

    El pueblo andaluz ha empezado a pensar. Esperemos que para bien

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