Publicidad

Compromiso humano de Zenobia Camprubí


Escribir sobre Zenobia Camprubí es como enfrentarse a reconocer rasgos de su personalidad tan diversos como su biografía humana, literaria, social, familiar… Es una mujer de la que se ha escrito mucho, aunque tal vez ensombrecida por la historia en la que la mayoría de las mujeres intelectuales han sido relegadas a un segundo plano, pero sin dejar de reconocer su valía. Tal es así que, por ejemplo, cuando se habla o escribe sobre los nombres y obras de quienes formaron parte de la Generación del 27, raro es que aparezcan nombre de mujeres de alto contenido literario. Incluso cuando se valora el compromiso de quienes sufrieron las consecuencias de nuestra historia española del siglo XX, sería conveniente destacar también el valor social y humano que aportaron muchas mujeres que también tuvieron que afrontar las adversidades de una guerra que enfrentó a españoles contra españoles, mostrando, estas mujeres, un compromiso heroico. Zenobia Camprubí fue una de ellas.  

Se ha dicho que Zenobia vivió a la sombra del que fue su marido Juan Ramón Jiménez, tal vez porque le tocó convivir con alguien que recibiría un Premio Nobel de Literatura, aunque fuera ya a las puertas de la muerte de su esposa. Según las palabras de esta mujer, no fue así, en un escrito suyo titulado “Juan Ramón y yo”, ella expresó: “…Como no me casé hasta los 27 años, había tenido tiempo suficiente para averiguar que los frutos de mis veleidades literarias no garantizaban ninguna vocación seria. Al casarme con quien desde los catorce, había encontrado la rica vena de su tesoro individual, me di cuenta, en el acto, de que el verdadero motivo de mi vida había de ser dedicarme a facilitar lo que era ya un hecho y no volví a perder más tiempo en fomentar espejismos.” Creo que estas expresiones muestran la verdadera madurez y la conciencia de una mujer que, como ya veremos en su trayectoria personal y humana, sabía muy bien lo que quería y lo que hacía, así como sus dificultades.

A través de su “Diario de Juventud” y de sus otros tres Diarios redactados por ella en el exilio (Cuba 1937-1939, Estados Unidos 1939-1950 y Puerto Rico 1951-1956), se descubre en esta admirable mujer unos valores humanos desarrollados desde su compromiso con la realidad que le tocó vivir en cada momento de su historia personal. Una biografía cargada de vivencias al lado de quienes necesitaban apoyo humano; Zenobia nunca les dio la espalda, al contrario, siempre mostró esa actitud de compromiso solidario con quienes sufrían dificultades. Estos Diarios íntimos, además de aportarnos vivencias de la vida cotidiana en su matrimonio con Juan Ramón Jiménez, muestran la vida del exilio español en América, tanto durante el tiempo que duró  la guerra civil española como durante el largo periodo de la dictadura en la posguerra.

Aunque sus hermanos fueron educados en buenos colegios y universidades, Zenobia fue educada desde pequeña por su abuela Zenobia Lucca y su madre Isabel Aymar, así como por tutores particulares. Esta circunstancia no impidió que adquiriera una excelente formación en las diferentes áreas de la cultura en los tiempos que le tocó vivir, incluyendo idiomas, música, historia, arte y literatura; y creo, sin temor a equivocarme, que la mejor escuela que tuvo fue su propia vida en los diferentes contextos humanos en los que se vio implicada directamente, aportando lo mejor de sí misma.

Ya desde muy joven mostró su sensibilidad por el trabajo social junto a su entrañable amiga María Muntadas; ambas jovencitas crearon la sociedad “Las abejas industriosas”, dedicándose a coser ropa para las personas necesitadas. Aunque su salud fuera delicada desde temprana edad, diagnosticándosele un fibroma uterino a los 16 años, Zenobia fue siempre una mujer muy independiente, manteniendo una actitud práctica y emprendedora para afrontar retos humanos por muy complejos que fueran. Tal es así que toda su vida está jalonada de actividades de alto compromiso humano, social y cultural, asumiendo responsabilidades sin mostrar ánimo de superioridad.

 Independientemente de su excelente trabajo de cooperación literaria y como traductora al lado de su marido Juan Ramón Jiménez, con quien tradujo veintidós volúmenes de Rabindranath Tagore, así como obras de diversos autores como Shakespeare, Shelley, Pound, etc., Zenobia desarrolló una amplísima labor cultural al lado de otras mujeres muy comprometidas de su época, María de Maeztu, Victoria Kent, entre otras, tanto en España como en Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. Ejerce como Secretaria del Comité de la Universidad Española; colabora en 1920 en la creación de la Asociación de Mujeres Universitarias; se implica como socia de la Sociedad Filarmónica de Madrid; trabaja como Vocal de la Asociación Nacional de Mujeres Españolas de Acción Feminista Política-Económico-Social; fue fundadora y secretaria del Lyceum Club, llegando a representar a esta institución como Presidenta Internacional en 1927; fue miembro de la Unión de Mujeres Americanas, del Spanish Institute de Florida, del Washington Arts Club y del Museum of Modern Art, N.Y., y de otras muy diversas instituciones culturales. También ejerció Zenobia labores docentes como profesora en el Pentágono, en la Universidad de Maryland, en la Universidad de Puerto Rico, entre otros centros. Actividad que la llevó a ejercer como conferenciante en diferentes lugares, presentando a “La mujer española en la vida de su país”.

Pero de la personalidad de Zenobia, independientemente de su amplísima y extraordinaria labor cultural y literaria, como ya ha quedado reflejado anteriormente, quiero destacar su alto contenido humano desde el compromiso directo con la realidad que le tocó vivir, tanto en actividades cívicas como en su relación con los niños. Ya en la Rábida puso Zenobia una escuela en el patio de su casa para enseñar a leer y escribir a los niños del lugar, un gesto que nos muestra esa sensibilidad humana que caracterizaba a esta gran mujer. Su trabajo con los niños es esencial para su vida, colaborando activamente en la Guardería de Flushing; en las Colonias infantiles de la calle Fúcar en Madrid; acoge, de común acuerdo con Juan Ramón Jiménez, a doce niños en 1936, procedentes de la Junta para la Protección de la Infancia, dejándolos, al tener que marchar al exilio, a cargo de su prima Josefina Camprubí y su esposo, pero sin dejar de tener relación con ellos; se compromete a recoger fondos para los niños en Puerto Rico y en Washintong; colabora con la guardería “La Habana Nueva” durante el periodo de nuestra guerra incivil desde 1936 hasta 1939.

Y no resulta menor su actividad social en otros campos donde su compromiso y su esfuerzo se centraron en labores humanitarias. Ya se indicó cómo a la edad de 16 años creó junto a su querida amiga María Muntadas la sociedad llamada “Las abejas industriosas”, cosiendo ropa para las familias necesitadas; colaboró en los Roperos de las Calatravas, Sta. Cecilia y Sta. Rita; desarrolló un trabajo como tesorera del Comité de Higiene Popular, proporcionando atención médica y orientación sanitaria e higiénica a los niños y a las madres; junto a María de Maeztu, K. Bourland y Rafaela Ortega fundaron la Sociedad Enfermera a Domicilio. También ejerció como corresponsal de la Prensa en Madrid.

Y a toda esta labor cultural, social y humana, Zenobia incorpora otras responsabilidades como mujer emprendedora en el mundo comercial, exportando cerámica portuguesa de Caldas da Rainha a los Estados Unidos. Pero ella trata de potenciar los productos que representan la artesanía popular española; para ello, abre su propia tienda de artesanía en Madrid con el nombre de Arte Popular Español, ofreciendo los trabajos artísticos de forja, vidriera, cerámica, trajes, filigranas, encajes, etc.; y crea cuatro talleres de bordados en Toledo, Madrid y dos en Moguer. Otra de sus actividades empresariales, que demuestra su talento artístico, es la de decoradora de los recintos de los Paradores de Gredos y de Ifach así como de los pisos que alquilan a las representaciones extranjeras que llegan a nuestro país.

Para completar esta imagen de mujer sensible a los problemas humanos, Zenobia también se comprometió durante la República española como Vocal de la Junta de Ayuda a España en la Habana en 1938 y al año siguiente colabora activamente en la Ayuda a los intelectuales españoles que sufrieron las consecuencias de la guerra en España. También se implica Zenobia en el mundo de las mujeres en la prisión de Mujeres de Guanabacoa en la Habana desde 1936 a 1939, periodo de nuestra guerra. Y, aunque finalmente no pudo llevarse a cabo, gestionó la creación de una Biblioteca circulante de prisiones.

Durante la época del exilio, que duró muchos años, hasta su muerte en 1956, en Puerto Rico, Zenobia y su marido, Juan Ramón Jiménez, pasaron muchas dificultades, afrontando adversidades económicas y estrecheces, problemas de salud y soportando muchos desplazamientos; todo ello queda reflejado en los Diarios que Zenobia escribió. Todas estas vicisitudes formaron su vida, tanto personal como íntima, muchas veces desconocidas, en España y en los países que acogieron al matrimonio durante su exilio; y todo ello sin dejar de trabajar intensamente en las labores culturales, docentes y humanitarias, hasta su muerte, acaecida por la enfermedad tumoral que arrastraba desde joven.

Considero que la vida de Zenobia Camprubí, al igual que la vida de tantas mujeres de nuestro país que han demostrado su valía en todos los campos del saber humano, así como su compromiso con la realidad histórica que han vivido, merecen ser reconocidas y valoradas con la misma equidad de los hombres que han dado forma a nuestro patrimonio cultural, literario, artístico y humano.

                                                        José Olivero Palomeque

Comentarios
    No hay comentarios
Añadir comentario
- campo obligatorio (*)

Normas de uso
  • Esta es la opinión de los internautas, no de El Faro de Málaga
  • No está permitido verter comentarios contrarios a las leyes españolas o injuriantes.
  • Reservado el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.