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Mito y sociedad actual


A lo largo de la historia de la humanidad, siempre han aparecido gestos, actos y tendencias para crear mitos en la conciencia de las personas, ya sea como respuesta a lo desconocido o a la imposición de intenciones dirigidas a dominar voluntades. Esta manera de proceder se puede definir, unas veces con esa mezcla de motivaciones de contenido religioso; otras de culto a fenómenos que no se podían explicar racionalmente, pero que sí estaban asumidos en la percepción y creencia de los humanos; cuando no, movidos por el dominio jerárquico de quienes pretendían imponer su magia como expresión de su poder. Antropológicamente el ser humano siempre se ha movido en este espectro de motivaciones de dominación de unos sobre otros, de los fuertes frente a los más débiles, de intereses de supremacía de una minoría sobre la mayoría, de los chamanes que quieren interpretar lo desconocido ante la ignorancia de los pueblos primitivos. De ahí la inmensa experiencia ilustrada que podemos encontrar en todos los rincones de nuestro planeta, a lo largo y ancho de todos los continentes. Basta leer las vivencias que narran las publicaciones, tras esfuerzos de investigación, para comprender que el ser humano siempre se ha inquietado por mostrar ese lado misterioso y oscuro que ha pretendido controlar dándole forma, ya sea con rasgos humanoides, de animales, de mezclas entre humano y animal, cósmica, etc.; y todas estas imágenes han pretendido traspasar las fronteras de lo objetivo y material hacia lo misterioso y dominador de las fuerzas, ya sean del bien o del mal. De ahí la multitud de mitos que podemos encontrar en los manuales de mitología universal. Véase, por ejemplo, la formidable publicación de la obra “Mitología. Guía ilustrada de los mitos del mundo”, editado por Roy Willis de la Editorial Debate y prologado por Robert Walter, director de la Fundación Joseph Campbell en 1993.

¿Cuáles pueden ser los mitos que hoy mueven las conciencias y comportamientos humanos en las sociedades que conforman las civilizaciones avanzadas o desarrolladas, las que se suelen llamar del primer mundo?

Si viajamos por países, sobre todo orientales y los de supremacía indígena africana o sudamericana, todavía podemos encontrar los rasgos de esos mitos ancestrales que dan forma a sus culturas y creencias que se pueden definir como mitológicas. De ahí el culto a la tierra como madre o a lo trasmitido desde milenarias generaciones donde se mezcla lo cultual con lo mágico, lo religioso con lo mítico. El tiempo no ha borrado esa dependencia interna integrada en su manera de vivir, de pensar, de expresar sus creencias o de relacionarse con lo desconocido. Pero, cuando nos movemos por países con un desarrollo socio económico muy evolucionado y que llamamos “civilizados”, las creencias, las maneras de pensar y, sobre todo, de vivir y de relacionarse con lo desconocido, cambian sustancialmente. Se ha pretendido objetivar todo hasta el punto de materializarlo para poderlo percibir con todos los sentidos. Lo que no quiere significar que dejen de aparecer otros gestos y comportamientos de alto contenido mítico. Los genes humanos no borran ese enganche con algo que sostiene nuestra voluntad para pensar y creer en algo misterioso. Las religiones tienen mucho que ver con esa conducta. Las confesionalidades que mueven y controlan las conciencias ante la deidad en sus convicciones. Pero hay otros dioses que llegan a destruir hasta la propia identidad de las personas, su voluntad para manejar las conciencias hacia otros tipos de intereses. Son los mitos, creencias y comportamientos que van definiendo la respuesta de la gente que asume ese rol colectivo, dirigido con las intenciones de sus promotores, en este caso, son los agentes económicos que manejan a la perfección la psicología humana para conducir a la sociedad hacia sus propios objetivos: consumir, consumir, consumir. Se pierde la personalidad a través de la anulación del pensamiento.

Fijémonos ahora en los rasgos que pueden explicar ese contenido mítico en la conducta de una parte importante de las nuevas generaciones. Porque las costumbres se hacen hábito de vida individual y colectiva. Lo que en otros momentos de nuestra era se llamaba moda, ahora aparece como una diversidad de comportamientos que se manifiestan en lo externo de nuestro modo de vivir y que condiciona poderosamente nuestra respuesta en todo momento y lugar donde habitemos. Recuerdo los mitos que en los años 60 del siglo pasado, que se manifestaban en la manera de vivir de los grupos hippies, expresado en la forma de vestirse y de convivir en grupos sociales comunales al margen de los estereotipos comunes de la sociedad. En el contenido de su filosofía de vida aparecían unas creencias muy definidas y una manera de entender la existencia en este mundo, a pesar de las muchas contradicciones que con el tiempo han ido desmontando y difuminando esas creencias; era como una respuesta crítica para denunciar su disconformidad con ese mundo que ellos no aceptaban. Pero ese mundo que rechazaban también seguía unos patrones míticos que se manifestaban en otra forma de entender la convivencia humana, mitos impuestos por sistemas de gobierno que regían la forma de vida desde sus propios regímenes políticos e ideológicos.

Hoy, ya en el siglo XXI, aparecen en el mundo globalizado comportamientos de grupos sociales, unos en formato de tribus urbanas, otros con modas o maneras de mostrar un culto al cuerpo basado en tatuajes y colgantes en todas las partes de la anatomía humana, cuando no, en comportamientos colectivos que van definiendo unas tendencias marcadas por las nuevas tecnologías y las redes sociales. Miremos, por ejemplo, el uso indiscriminado de la telefonía móvil con todas sus aplicaciones informáticas y de comunicación. ¿No es un nuevo dios que rige la conducta humana con una dependencia ritual y brutal en millones de seres humanos? Cuando le pregunto a una persona, sobre todo en edades tempranas, qué pasaría si no pudieran usar su “maquinita” portátil, la respuesta es tremendamente dolorosa: -se moriría, no podría vivir sin ella.

Las trasformaciones sociales se van acelerando progresivamente con rasgos de creencias que pretenden ofrecer otra imagen de la vida. El materialismo económico, basado en un capitalismo descontrolado, se va convirtiendo en el mito a seguir como una forma de vida consumista, camuflada en un neoliberalismo que buscaba y sigue buscando la manera de implantarse para imponer sus reglas de juego en el desarrollo de la política y el mercantilismo mundial. Ese es el nuevo mito en el que hay que creer y fundamentarse en nuestro mundo actual. Al menos es lo que pretenden los grupos de poder que hoy dirigen el mundo.

Cuando se quiere justificar los actos violentos de los fundamentalismos de grupos extremistas o de gobiernos nocivos y corruptos, aparecen marcadamente los rasgos de sus mitos con la imposición de sus ideologías, rechazando las diferencias, practicando la xenofobia, sacrificando vidas humanas y destruyendo culturas, ¡cuántas veces mezcladas con la religión! Se usa, se manipula la voluntad de los otros para imponer mediante el miedo su propia voluntad. Son rasgos fundamentalistas que nos hacen retroceder en el tiempo, involucionando el desarrollo de la vida en sociedad.

El miedo siempre ha estado presente en las prácticas que han definido y siguen definiendo ese mundo mitológico. Unas veces es el miedo desconcertante ante lo desconocido; otras veces, inducido por oscuros intereses de dominio y poder en todas sus opciones posibles, manipulando la conciencia y la voluntad de las personas. Porque el miedo es paralizante, siendo utilizado como estrategia social, política o económica, muchas veces cogida de la mano religiosa que acompaña su coexistencia.

En el plano cultural, el mundo también se mueve hoy creando y potenciando mitos en diferentes áreas, pero me quiero centrar en dos de ellas: el deporte y la música.

En el mundo deportivo se están creando ídolos a los que mostrar reverencia en forma de valor económico y de referente a seguir. Qué niño o joven no quiere ser, por ejemplo, un Messi, un Cristiano Ronaldo o un Neymar en el mundo del fútbol, un Fernando Alonso en Fórmula 1, un Rafa Nadal, una María Sharapova o una Serena Williams en tenis, un Michel Jordan en baloncesto, etc. Todos ellos amasan fortunas y fama, convertidos en ídolos que arrastran tras de sí grandes masas de seguidores. Sólo basta observar, en las competiciones, las respuestas enfervorizadas del público, en ocasiones con lamentables enfrentamientos violentos y la aparición de grupos radicales.

En el entorno de la música, aparecen mitos con nombres propios, al igual que en el deporte, debido a las movilizaciones de masa, a veces enloquecidas, que logran en las convocatorias de sus espectáculos. De igual manera, amasan fama y fortuna. Sin embargo, hemos de entender que, a lo largo de la historia de la humanidad, la instrumentalización musical ha estado presente, de manera habitual y sistemática, en el comportamiento mitológico de los pueblos, tanto primitivos como actuales. Se ha integrado en los actos públicos y religiosos como parte de su cultura y de su manera de manifestar sus creencias. En el nordeste brasileño he podido ver de cerca esta manera de sentir y desarrollar intensamente la música y la danza queriendo unirse para invocar a sus dioses o para interpelar a los espíritus, como igualmente ocurre con los chamanes en diferentes civilizaciones. Sobre este comportamiento antropológico, ya hay muchas investigaciones publicadas que ilustran ampliamente esta presencia musical. Concretamente referiré el trabajo conjunto realizado por la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica y la Universidad Federal de Bahía, publicado en su primera edición de Septiembre de 2018 por los editores María Luisa de la Garza y Carlos Bonfim, bajo el título: “La música y los mitos. Investigaciones etnomusicológicas”. En la elaboración de este completísimo y excelente trabajo ha participado un amplísimo grupo de investigadores especializados en estos temas.

A partir de aquí y por cuanto antecede, podemos comprender que los mitos siguen muy presentes en el mundo de hoy, en la sociedad actual, expresado de muy diferentes maneras y movidos por diversas motivaciones. Lo que no hay que olvidar es que los mitos se crean y se integran en el contexto cultural y cultual de las poblaciones humanas. Así ha sido siempre y sigue funcionando en la actualidad dentro del comportamiento del ser humano.

¿Qué parte de la razón ocupa esta conducta? ¿O qué intencionalidad es la que conduce a la creación de los mitos y que no forma parte de la razón objetivable? ¿Es el temor ante lo que desconocemos o la vulnerabilidad de nuestra voluntad y nuestra conciencia? Porque, ante la evidente presencia de una tecnología que avanza a pasos acelerados, ofreciendo nuevas y sofisticadas herramientas que se popularizan, de manera atractiva, al ritmo de un mercado creciente, ¿hacía dónde nos llevará la creación de los nuevos mitos? ¿Tenemos alguna respuesta? ¿Seguiremos arrastrando los miedos a lo que aún desconocemos? No olvidemos, ni descartemos, que los gurús de hoy siguen trabajando para llevar a esta sociedad actual hacia donde más les interese. Ahí aparecerán los nuevos mitos.

 

                                                        José Olivero Palomeque

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