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El Copo. A mi amigo Manolo Montes


Manolo Montes y un servidor somos amigos desde hace un buen montón de años; dicha amistad se asienta desde un principio en la vivencia de un Cursillo de Cristiandad. Desde entonces ha pasado muchísimo tiempo; esa experiencia cristiana la viví antes que él, pero en el transcurso del devenir de la existencia dimos, juntos, bastante tiempo de nuestras vidas al citado Movimiento. 

 Llegado un momento me aparté del M.C.C. y dediqué la existencia a otros menesteres, aunque el arpón de la “palabra del Buen Judío”, Jesús, sigue clavada en mi espalda. Manuel, además de la “palabra”, porta mandamientos, sacramentos y buena parte de la doctrina eclesial; por lo que podríamos decir que es un católico “macizo” y roqueño.

 Escribe, al igual que el menda, en El Faro de Málaga donde todas las semanas nos regala dos columnas, a saber: “La buena noticia” y “Segmento de plata”, en las que da cuenta, esencialmente, de sus vivencias religiosas personales y de momentos especiales de su vida.

 Estoy preocupado con él porque en el último “Segmento” ha contado su estado de ánimo con una columna titulada “El miedo”, en la que, sin tapujo de ninguna clase, se confiesa lleno de temor ante lo que pueda ocurrirle con el hijoputa del bicho. Y se queda en la “gloria” al relatar su temor humano si queda tarado por los arañazos del “abecedario” griego, se preocupa ahora -como cualquier humano- por lo económico y político; no le importa el morir, sino quedar hecho un guiñapo inservible y comienza a llorar -en silencio y sin derramar lágrimas (esto es de mi cosecha)- por su mujer, hijos (seis o siete), nietos (se acercan a la veintena), etc.

 O sea, comienza a ser más humano que religioso… y eso es buenísimo, porque va a ser más cristiano que Cristo; todo es cuestión de que se empeñe en ello.

 Venga Manuel, ánimo. Mira que Ani es una campanilla de alegría con la que disfrutar, tus hijos son independientes y los nietos, de aquí a “na”, dejarán de ser juguetitos.

 Cuando estas letras se publiquen te llamaré para saber de ti. Hasta entonces recibe un besazo en tu mejilla sin mascarilla ni madre que la parió. Y nos tomaremos una copa.

 

 

 

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