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Los maestros de escuela


Tener un buen maestro es mucho mejor que nos toque un premio en la lotería. Un buen maestro, en la etapa formativa de la niñez y la adolescencia, te da los cimientos firmes y resistentes para asentar los conocimientos venideros.

Yo gocé de ese privilegio. D. Víctor Hernando, al que me he referido en más de una ocasión en estas páginas, castellano viejo que vino a Yunquera de maestro, ignoro los motivos,  me enseñó y ofreció a sus discípulos, como a él le gustaba decir, los conocimientos básicos donde se asentaran otros de mayor calado. No hay nada que sepa hoy que no tenga sus raíces en aquellos años.

Sin apenas recursos, solo sus conocimientos, amplios conocimientos, una enciclopedia y tres pizarras. Se trataba de una unitaria con tres secciones y una cuarta, los pequeños, a los que tenía contando chinas y otras actividades propias para sus cortos años. Más de ochenta alumnos y a todos los tenía permanentemente trabajando. Nadie estaba ocioso. Los escolares solo teníamos una libreta, lápiz y pluma, los más adelantados; pizarra y pizarrín los de las secciones más retrasadas por la edad o por los conocimientos.

Las unitarias facilitaban el conocimiento vicario por cuanto lo que se hacía para cada sección se percibía de forma natural en las otras. Las lecciones constituían el dictado diario. Las cuentas y los problemas los escribía en la pizarra y cada cual lo incorporaba a su libreta y se corregían a diario. Al final del curso, las libretas contenían una parte sustantiva de lo aprendido.

Recuerdo que nos hizo aprender de memoria, por orden alfabético, los pueblos del partido judicial de Ronda, al que pertenecía Yunquera. Ahí, por primera vez, conocí el nombre de Cartajima un pueblo de la serranía. Asimismo lo hizo con los pueblos de la provincia cuya importancia queda explícita por ser cabezas de partido y así con las regiones, las provincias de España, las naciones del mundo con sus capitales correspondientes.

El Faro goza del privilegio de tener en sus columnistas uno de esos maestros de escuela: José García Pérez quién, a la manera de Antonio Machado que creó a Juan de Mairena como su alter ego, crea a Juan el de Cartajima como el suyo. Su hábil pluma le sirve de instrumento, como Machado, para desgranar sus profundos pensamientos. Estoy absolutamente seguro que entre todos los títulos y distinciones que posea, el más apreciado es el de maestro de escuela. Porque ser maestro, imprime carácter.

Además de la unitaria tuve la experiencia, durante unos cuantos meses, de una graduada como alumno de D. Antonio Boeta, en el Lope de Vega de la Acera del Campillo, luego devenido como José Bergamin, del que fue director nuestro ilustre columnista. El que le precedió en mis tiempos se llamaba D. Juan. No recuerdo su apellido.

Los maestros que enseñaron a mi generación merecen un monumento al esfuerzo y al trabajo bien hecho. Ellos plantaron la semilla que, germinada, fue capaz de transformar una nación empobrecida en una potencia económica.

Los políticos con sus leyes, y falta casi total de cultura, convirtieron el dignísimo nombre de maestro en el híbrido profesor de EGB aceptado por el Magisterio creyendo, que tal denominación le daba más fuste. Ser maestro, no lo duden, es algo muy serio.    

 

 

 

Comentarios
  • José García Pérez

    5 July 2021

    Boleta fue el maestro clásico del Bergamín.
    Gracias, Manuel, por el artículo de hoy, no por tus palabras a mi persona -que agradezco-, sino por la reivindicación de la insigne figura del MAESTRO, lejos, muy lejos del bulo de la EGB y muy cerca de la figura del "autoritas", de la autoridad auténtica que proviene del conocimiento.
    Enhorabuena, amigo, compañero y maestro, al igual que un servidor, del milagro de las UNITARIAS.

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