No sé ustedes, pero un servidor no es muy optimista en mi visión de España; lo reconozco.
Navegamos al grito de “sálvese el que pueda” entre crestas de olas del “bicho” de marras y toques de queda de diecisiete cornetas autonómicas y así, junto a los cierres perimetrales de poblaciones, vamos jugando al gato y al ratón.
Si además el maldito “bicho” va mutando cada dos por tres y las vacunas escasean por territorio hispano por aquello de la oferta, la demanda y la codicia, al tiempo que los más “listos” se saltan el protocolo, el decoro y la vergüenza, la cosa -la vida- va de sobresalto en sobresalto, para que contarles con detalle todo el desmadre que se está produciendo.
Asistimos atónitos a un pacto a tres entre Bildu, Vox y PSOE para aprobar una morterada de miles de millones de euros que alivien la catástrofe social que nos asola, mientras los “bienaventurados” del PP y los socios de Sánchez -Esquerra Republicana- y el personal de Puigdemont, acompañado de otras minorías le hacen la peseta al omnímodo “falconeti” del Palacete de La Moncloa.
Así las cosas, tampoco debe extrañarnos ese fantástico “día de los enamorados” que los catalanes, en plena pandemia van a disfrutar si no aparece una “toga” que ponga las cosas en su sitio como ya ocurrió en Galicia y País Vasco.
Y digo disfrutar porque ellos, los catalanes, podrán saltarse los perimetrales para poder asistir a mítines de sus ídolos y escuchar, con excelsa educación, las ristras de mentiras embuchadas que se esparcen por esos lugares.
El colmo de la locura colectiva llegará el fatídico día de las votaciones con horarios especiales para pringados de la Covid-19 y un aparato de flit para desinfectar a todo bicho viviente, incluidos interventores y apoderados.
Esta es mi visión, pero no hagan demasiado caso por aquello de las “cataratas”.
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