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Una ladina suspensa


Le suspendieron el examen. A ella que se las daba de lista, sagaz, astuta, taimada. Se había escrito la extensa chuleta en el muslo de la pierna derecha. Aquella tarde no quiso ni recibir un beso.

-Necesito concentrarme -dijo a su novio para evitar la tentación y, en la briega, se le corriera la tinta.

El profesor hizo como que escribía un mensaje en el móvil cuando, en realidad, estaba grabando la reiterada subida de la falda de aquella alumna. Cualquiera hablaría de su falta de ética profesional, de su perversión consistente en espiar las piernas de las chicas de su clase.

-Señorita, puede entregar el examen. Desde este momento, lo entregue o no, puede considerarse suspensa.

Subieron los colores a la cara de la joven.

-Ignoro por qué me hace semejante anuncio -reaccionó con calma.

-Bien que lo sabe, señorita.

Todo transcurría con sigilo, como si ambos quisieran guardar el secreto de la conversación y el aviso. Los compañeros de los alrededores, no obstante, habían dejado de escribir para atender a la escena.

-Está bien. Siga escribiendo para disimular, pero tengo pruebas claras de que está copiando.

Pensó ella que, de ninguna manera, haría que se subiera la falda y, si no mostraba su pierna, difícilmente se podría probar su incorrección.

Cuando fue a entregar el examen, le dijo el profesor:

-Espere, tenemos que ir al despacho de la decana.

-Tengo mucha prisa, profesor.

-Y yo tengo que aclarar este asunto. Puedo probar que se ha copiado -dijo blandiendo el móvil como documento comprometedor.

-Usted se la juega como me haya grabado -dijo alejándose de la clase. aligerando el paso hacia la salida del centro.

Cuando tres días después fue a mirar la lista con las calificaciones, se encontró el suspenso. Fue a reclamar al despacho del profesor.

-No ha contestado bien a ninguna de las preguntas -le mostró el examen realizado y, punto por punto, fue demostrándole las equivocaciones.

Quedó dominada por la indignación consigo misma, pues se había equivocado de chuleta.

-Si no fuera por las circunstancias le diría, señorita, que tiene usted unas piernas muy bonitas. Pero, el tatuaje no era correcto o no supo interpretarlo. Se supone.

 

 

 

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