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Doctores


Doctor es una palabra ligada siempre a los médicos. Tanto es así que se llaman doctor, aunque solo sean licenciados en medicina y cirugía. De pequeño aprendí “El médico cazador”, de Vital Aza, un poema que se burla de los médicos, al modo de Heráclito, y que referí en alguna columna.

Tesis es otra palabra significativa y ligada a mi adolescencia cuando inicié el  conocimiento teórico de las matemáticas, así con el significado de teorema que se componía de hipótesis: lo que se sabe que es cierto; tesis: lo que se quiere demostrar; demostración: que aseveraba la certeza del teorema.

El Catecismo de la doctrina cristiana que estudiamos de niños decía: “doctores tiene la iglesia que os sabrán responder”. Amparado en esa idea cuando venía al caso he dicho con relativa frecuencia: “Doctores tiene la Iglesia e Ingenieros la Ingeniería”.

En estos días los medios se han desbocado con la mención de “tesis doctoral” y “doctor”. Ser doctor en una ciencia es algo muy serio tanto más si el doctorado proviene de una Universidad de prestigio. El doctor  por Harvard o Chicago, por ejemplo, goza de un pedigrí de excelencia inigualable.

La seriedad del título de doctor deviene de la exigencia para su consecución. Al doctorando se le presenta un trabajo considerable hasta demostrar algo nuevo que aporte a la ciencia la solución de una cuestión relevante y no enunciada con anterioridad.

La relevancia de la aportación científica la manifiesta el trabajo del neo-doctor, el prestigio del Director de la tesis basado en su sabiduría y el conocimiento específico de la ciencia del Tribunal que lo juzga.

Si esto se banaliza el trabajo universitario se desprestigia, y lo que debe ser luz intelectual directora de la razón se oscurece en la incompetencia, y la sociedad se empobrece, exigiendo mayor esfuerzo parar su caída y remontar a más altas cotas.    

Me gustaría que la solemnidad y lo llamativo de la apertura de los cursos en la Universidad con la procesión de los doctores; sus esclavinas y birretas, con los colores propios de la especialidad, que dotan al acto de singular relevancia, fuera el reflejo de su alto nivel de aportación social.

Preservar el prestigio de la Universidad es tarea fundamental de ésta. Ponerlo en entredicho banalizando su función es un crimen de lesa cultura.

 

 

 

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