Si una majadería es un dicho o hecho necio, imprudente o molesto, Jacinto, mi vecino, era majadero por triple partida, pues, con frecuencia, decía necedades o hacía sandeces, se portaba de modo imprudente y molestaba más que una moto con el tubo de escape tuneado para alborotar.
Un día me preguntó que cuando me iba a divorciar o morir, pues le gustaba Elvira, mi mujer, y no quería ponerme adornos en la frente. No le di lo que merecía porque ella estaba conmigo y me sujetó:
- ¿Vas a hacerle caso a ese majadero?
A mi hijo le preguntó si no le gustaría que su padre fuese él, pues, a su lado, iba a tener el mejor móvil, la mejor videoconsola y, si no quería estudiar, que no estudiara. que para cuatro días que vamos a vivir...
Al marido de Sandra, según se llegó a saber, lo empujó disimuladamente por las escaleras con intención de matarlo y casarse con la viuda, que, ahora, era la mujer de la que se sentía enamorado. Sandra lo entrecogió en el rellano y le propinó una rotunda tanda de palos. El muy memo fue a denunciarla por violencia de género. Como es de suponer, fue peor el remedio que la enfermedad, pues, al aclarar los motivos de la paliza, Jacinto fue multado y condenado a alejarse de nuestro domicilio. En venta puso su vivienda.
Un día lo vimos acompañado por una hispana de muy buen ver y, pocos meses después, aquella mujer se había llevado a su madre y a sus dos hijos a vivir a la casa de Jacinto. Al poco se casaron y, majadero, nos invitó a la boda a sus antiguos vecinos. Para presumir de esposa o reavivar viejas rencillas... ¡Cualquiera sabe! No fuimos al casorio, obviamente.
Supimos más tarde que se había divorciado. Ella seguía viviendo en la casa y él daba tumbos por la ciudad durmiendo en el coche y mal comiendo bocadillos o en el comedor social.
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