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La otra mirada. ¿Quién roba a Cataluña?


Febrero del año 2005. El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, y el jefe de la oposición, Artur Mas, protagonizan un encontronazo dialéctico en el Parlamento de Cataluña con motivo del hundimiento del túnel del metro del Carmel, en Barcelona. Maragall acusaba a CiU de quedarse con el 3% de los costes de la obra pública que adjudicó cuando estuvo al frente del Gobierno catalán. En un momento del acalorado debate, Maragall espetó a Mas: "Ustedes tienen un problema, y se llama 3% …/… La historia les pasará factura.

Tras hacerse públicosnuevos datos del denominado “caso del 3%” sobre la supuesta financiación irregular de Convergencia (que implicarían directamente al expresidente catalán Artur Mas), con parte de sus sedes embargadas, con la vergonzosa situación del denominado “saqueo del Palau de la Música” (entre otros casos de malversación de caudales públicos) y con el lastre de las dificultades judiciales en las que se encuentra la familia Puyol, los nacionalistas reconvertidos en salvapatrias y oportunos secesionistas siguen enarbolando el mantra del "Espanya ens roba" (España nos roba) que tantos réditos populares les ha dado. La estrategia de la identificación de un enemigo inexistente, un demonio exterior al que cargar las culpas y males propios ha tenido, de momento, un magnífico predicamento entre la parroquia payesa.

El neomesianismo de los Puyol y Mas se justifica por la imperiosa necesidad de ocultar el tufo que sale de sus cloacas. Pero de lo que se trata aquí es de saber hasta dónde han metido la mano en la caja los líderes de Convergencia y a ello se dedican, con paso firme y seguro, jueces y fiscales.

El gurú barcelonés, ese que hacía hablar a Aznar en la intimidad y que ahora amenaza con que “si se siega una rama del árbol, caen las demás”, ese mismo que andaba de plaza en plaza dando lecciones de moralidad, él y su acólito Artur, deben de aclarar más pronto que tarde quién es el que roba a quién; porque detraer de una obra pública un 3% o un 10% es repercutir esos mismos costes a los contribuyentes o bien disminuir a estos el nivel de los servicios que habrían de recibir. Y eso lo hacían, supuestamente, los padres de la patria catalana a los hijos de la misma patria, sin importarles un bledo si con ese presunto latrocinio la sangre de su propia sangre recibía menos educación, menos sanidad o menos prestaciones. Eso sí, para fiestas, señeras y urnas de cartón nunca se ahorró en gastos, porque París bien vale una misa.

Los conversos secesionistas deben de explicar con extrema claridad quién roba a quién. ¿España a los catalanes o son los del 3% los que llevan haciendo caja desde hace décadas con el cuento de las esteladas? Al final va a ser que el lobo siempre estuvo dentro del gallinero.

 

 

 

 

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