La campaña electoral más larga de la democracia

Mucho se comentó durante los días previos a la jornada electoral del pasado día 10 de noviembre que la campaña electoral podía ser calificada como la más corta de la historia. Es algo lógico, pues el artículo 51 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General establece que la campaña electoral comienza el día trigésimo octavo posterior a la convocatoria, dura quince días y termina, en todo caso, a las cero horas del día inmediatamente anterior a la votación, pero la Ley Orgánica 2/2016, de 31 de octubre, reformó la normativa electoral para que, en el supuesto de elecciones a Cortes Generales como consecuencia de lo dispuesto en el apartado 5 del artículo 99 de la Constitución, la campaña electoral, que empezará el día trigésimo octavo posterior a la convocatoria, dure ocho días, un plazo que ha provocado una actividad en campaña más intensa de lo habitual.

El problema es que la ciudadanía española puede estar ante extraoficialmente ante la campaña electoral más larga de la democracia, ya que los actos electorales comenzaron a producirse poco después del día 31 de mayo de 2018, fecha en la que Pedro Sánchez se convirtió en presidente del Gobierno tras lograr el éxito de la moción de censura dirigida contra Mariano Rajoy.

Durante más de un año, los actos con connotaciones electorales se han ido desarrollando por todos los partidos políticos sabiendo sus dirigentes que la inestabilidad política imperante podía provocar sucesiones elecciones en cortos períodos de tiempo por la dificultad para alcanzar acuerdos de gobierno. Llamativas han sido las actividades del PSOE, pero también las de Unidas Podemos, Ciudadanos, Vox y el PP, que, por estrategia, han obrado con la mente más puesta en el futuro electoral que en el presente gubernativo y legislativo.

Queda el consuelo de que se ha logrado un acuerdo que permite constituir un Gobierno y poner fin a una campaña electoral que, siendo extraoficial, ha resultado ferozmente agotadora y terriblemente costosa.