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La expulsión de Alen Omic conforme a la fría norma


El Unicaja de Málaga consiguió ganar la Eurocup el pasado día 5 de abril tras vencer al Valencia, que, a falta de escasos minutos para la terminación del tercer partido de la eliminatoria, que se disputó en su cancha, ostentaba una ventaja de trece puntos que parecía insalvable después de la expulsión de Alen Omic, que fue descalificado por salir del banquillo indebidamente. Con la culminación de la remontada y la consolidación de la victoria, se determinó que el mejor jugador de la final fue Alberto Díaz, base del equipo malagueño que consiguió protagonizar la primera oleada ofensiva del Unicaja en el último enfrentamiento. Los sucesos protagonizados por Alen Omic durante el partido tuvieron el mismo carácter bondadoso. Las consecuencias producidas fueron de distinto signo, aunque ambas, teóricamente, perjudicaron al equipo del jugador. En primer lugar, el balón se marchó fuera del campo en una jugada en la que el árbitro le concedió la posesión de la pelota al Valencia tras reconocer Alen Omic, por su propia iniciativa, que él fue el último en tocar la pelota antes de que saliera de la pista. En segundo lugar, se produjo un suceso bastante curioso, pues Alen Omic fue expulsado por salir del banquillo para evitar un más que probable enfrentamiento entre su compañero Nemanja Nedovic y Rafa Martínez, por una disputa que llevaban arrastrando varios minutos y que estuvo cerca de alcanzar niveles épicos. Lo que algunos ya han llamado paradoja fue un elemento revulsivo para el Unicaja. Sin embargo, existe algún cuestión que merece ser tratada con atención. Alen Omic fue expulsado porque así lo determina el Reglamento, que no establece excepción alguna para casos como el suyo. Parece algo injusto y podría decirse que lo es, pero lo marca la norma de esa manera para evitar su incumplimiento, aunque de una forma exageradamente estricta. Muchas veces, por los preceptos de una norma se terminan consiguiendo objetivos contrarios a los marcados por el creador de la misma. Este hecho se produce con aquellos preceptos que son totalmente inflexibles y que, por pretender una objetividad absoluta, impiden apreciar los matices del caso concreto. El problema es bastante preocupante en el ámbito deportivo. Además del caso de Alen Omic, hay muchos ejemplos. Puede pensarse en la final del Mundial de 2010, en la que Andrés Iniesta, tras conseguir el gol de la victoria para España, fue amonestado con una tarjeta por enseñar una camiseta interior con un mensaje para homenajear a su difunto amigo Dani Jarque, por marcarlo así el Reglamento, mientras de Nigel De Jong no llegó a ver la tarjeta roja por una peligrosa patada acrobática dada en el pecho de Xabi Alonso, que todavía recordará aquello. El problema de las normas rígidas en el deporte está lejos de solucionarse. Sin embargo, Alen Omic pudo dar una lección de deportividad que debería servir para que muchos corrijan su comportamiento.

 

 

 

 

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