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La democracia en España II


No había transcurrido ni un mes desde las elecciones municipales cuando la República se estrena con los incendios de iglesias y conventos en distintos puntos de España los días 10 y 11 de mayo de 1931, perfectamente organizados, destruyendo una parte importante de nuestro patrimonio artístico y religioso. Tal barbarie y otras “bellaquerías” consentidas por el gobierno, debilitaron los fervores republicanos  de los españoles bien reflejado en “Un aldabonazo” de Ortega que culmina con la célebre frase: “No es esto, no es esto”. La falta de autoridad del Gobierno animó al esperpéntico General Sanjurjo a un golpe de estado, fallido, en el 32.

Las elecciones de Noviembre del 33 deciden darle la mayoría a la CEDA, resultado no aceptado por un PSOE levantisco y revolucionario que pretendió darle la vuelta a las elecciones con la huelga general revolucionaria que fracasó en toda España, salvo en Asturias, y unas horas en Cataluña resueltas por el General Batet, reduciendo a Companys en pocas horas. Los sublevados de Asturias, con abundantes armas y explosivos, ocasionaron daños significativos asesinando indiscriminadamente  a no menos de .

La represión ejercida para aplastar la insurrección fue innecesaria por lo excesiva. El coste para sustanciar  las responsabilidades por la sublevación, demasiado elevado para pacificar y serenar los ánimos. El daño a España fue tal que muchos historiadores consideran este hecho como el principio de la última, y esperemos definitiva, guerra civil que ha acaparado y acaparará ríos de tinta.

A su término siguió el gobierno autoritario del General Franco. A esa España después de la guerra le es de aplicación aquello de Churchill: “Hambre, sudor y lágrimas”. Fue a partir del plan de estabilización de 59 cuando en España se inicia la gran transformación llegándose al pleno empleo y a un espectacular desarrollo que incrementa sustantivamente la renta de los españoles.

Tras la muerte de Franco, y un breve espacio de tiempo, el Rey Juan Carlos inicia la Transición a la democracia con aquel discurso ante el Congreso de los EEUU. A su regreso destituye a Arias como presidente del Gobierno y contando con la habilidad de Fernández Miranda, a la sazón Presidente de las Cortes Españolas quien, de alguna forma, lo anunció al ceder su presidencia provisional del gobierno que hubo de asumir después del asesinato del presidente Carrero, al nombrado Carlos Arias.

Desde la presidencia de las Cortes y del Consejo del Reino propicia la terna que ofrece al rey la posibilidad de elegir a cualquiera de ellos al no contar ninguno con la unanimidad. El último de la terna: Adolfo Suarez, es el elegido para iniciar el proceso de Transición.

Los españoles apreciamos aires nuevos de libertad en el nuevo gobierno denominado de penenes  quien, en pocos meses, lleva a las Cortes la ley de la Reforma Política cuya aprobación abre el camino para las elecciones democráticas del 15 de Junio de 1977 con la previa legalización del PC. Con ello consigue que los partidos rupturistas acepten la Reforma, “de la ley a la ley” al decir de Fernández Miranda, en vez de la ruptura.

A partir de entonces, aunque esas elecciones no fueron convocadas como constituyentes, se inicia la andadura de la nueva Constitución para tiempos nuevos. Fue un período ilusionante para los españoles que mayoritariamente la refrendaron el 6 de Diciembre de 1978.

Al término de estas palabras cabe preguntarse ¿Es esa, la España democrática derivada de la Constitución la anhelada por los españoles? Responder a esa pregunta exige un nuevo capítulo. (Continuará)

 

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