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Vanidad


Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, así comienza el Eclesiastés (Qoelet).

En la escuela de los años cuarenta se nos leía o hacía leer fábulas: de Esopo, Fenelón, Samaniego…, relatos cortos, a veces en verso que concluía con una sentencia moralizante: El burro flautista, el perro y el cocodrilo….,  la zorra y el cuervo, cuya síntesis es la que sigue:

Un cuervo, que habías robado un trozo de queso, estaba posado en la rama de un árbol fuera del alcance de una zorra, quien astuta, comenzó a lisonjearlo, tanto que hasta le hizo cantar, momento que desprende el queso y la vulpeja huye con él. La moraleja es: “Quien te encuentra bellezas que no tienes, siempre busca quitarte algunos bienes”.

La lista de los reyes godos ha sido siempre la muletilla para expresar la inutilidad de algunos aprendizajes. En la escuela que yo viví aprendimos los nombres de los más relevantes: Leovigildo, Wamba, Recaredo, D. Rodrigo….

Los siete sabios de Grecia era una relación que poquísimos sabían; se nombraban de forma genérica. 

Al hilo de esto, recuerdo que me habían contado de un amigo que cuando se achispaba castigaba a sus compinches de juerga recitándoles los Siete Sabios de Grecia, uno después del otro. Cuando se disponía a hacerlo, alguno, de rodillas, le decía: ¡Los siete sabios, no! Él contestaba ¡Los siete sabios sí!. Y les largaba la andanada:

Solón de Atenas, Cleóbulo de Líndos, Bías de Priene, Thales de Mileto, Quilón de Esparta, Pitaco de Mitirene, Periandro de Corinto.

Me pareció una situación para repetir. Me dijeron que si no estaba “achispaete” no lo exponía. Se me ocurrió tenderle una trampa. Estábamos un grupo, al tanto del asunto, con el protagonista en el zaguán de la Escuela de Peritos y cuando dijo algo a pelo, le espeté: “Eso lo dijo Arquímedes de Atenas, uno de los siete sabios de Grecia”. Picó el anzuelo: “Perdón Manolo, Arquímedes no era de Atenas sino de Siracusa y no está entre los siete porque estos son: Solón de Atenas…”. El grupo que estaba en el ajo soltó una sonora carcajada. Él dijo de inmediato: “¡Ah! Mari….., me habéis cogido”.

Nadie se resiste a un buen halago, ni a quedar bien”.

Viene esto muy bien para recordar que la vanidad siempre mete la pata. Moraleja: La vanidad se manifiesta a los primeros compases, no seamos vanidosos. MR.

 

 

 

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