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Sequía


La Biblia es un Libro Sabio ¿Quién lo duda? En él, a través de los siglos, se encuentran respuestas a múltiples cuestiones. Viene bien al caso la historia de José, el onceno hijo de Jacob, (Gn 37 y sig.), vendido por sus hermanos como esclavo, es llevado a Egipto. El Faraón tiene los sueños de las vacas gordas y flacas y el de las espigas granadas y escuálidas. José es requerido para interpretar los sueños del Faraón.

José, con sabiduría, le dice que se acercan años de bonanza seguidos de otros de escasez. Que debe nombrar un administrador inteligente e intendentes adecuados que aprovechen la bonanza y guarden lo suficiente que suavice la escasez cuando sobrevenga.

Según recuerdo, Franco, sobre todo en los primeros años de sus gobiernos, hablaba de “la pertinaz sequía”. La sequía en España es un problema endémico.

Franco y sus gobiernos se aprestaron a paliarlo y dedicaron partidas notables de los escuálidos presupuestos de aquel tiempo en el que se construyeron pantanos y embalses que, además de regular las avenidas de agua que arrasaban, se almacenaba para generar electricidad, abastecimiento de las poblaciones, usos agrícolas y creación de nuevos regadíos. El Plan Badajoz, por ejemplo.

En 2001, el gobierno de Aznar aprueba el Plan Hidrológico Nacional cuyo objetivo era, además de coordinar los planes hidrológicos de cuenca, el aprovechamiento de un recurso tan importante. Así, el agua que se vierta al mar sea la exigible y necesaria para mantener el equilibrio y no más, de modo que se traslade allí donde haya escasez con actuaciones apropiadas.

Quiero recordar que Europa financiaría una parte sustantiva del proyecto. De haberse llevado a cabo, es probable que la sequía actual se habría suavizado.

Una de las primeras actuaciones, nefastas actuaciones del gobierno de Zapatero salido de las urnas en 2004, fue dinamitar el PHN sustituido mediante Decreto-Ley por otro que prometía más de tres mil millones de euros en desaladoras. Muy “racional” dejar que miles de hectómetros cúbicos se vertieran al mar para luego desalarlos.

Ignoro cuantas se proyectaron para la Península, las que se construyeron, las que están en activo, los caudales desalados que producen, sus costes, su consumo energético y un estudio comparativo con su equivalente del PHN.

Las necesidades hídricas actuales, la desesperación de agricultores y ganaderos y otras angustias ciudadanas, son la prueba empírica del desacierto de esa actuación.

La decisión tomada además de ineficaz, la sequía actual es de las más duras de los últimos tiempos, fue un despilfarro sin consecuencias para quien lo perpetró, cuando la sequía destruye nuestros cultivos, reduce las cosechas y amenaza la pervivencia de la ganadería y el suministro urbano.

Por los resultados se puede afirmar que España no nombró, en su momento, como el Faraón bíblico, al administrador inteligente y a los intendentes adecuados que aprovecharan los tiempos de prosperidad hídrica que paliaran los efectos, devastadores efectos, de la sequía actual. En este año se pueden adoptar medidas correctoras.

 

 

 

 

 

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