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El MIR educativo de nuevo


La limitación del espacio que la columna requiere me impide un análisis en profundidad de su texto. Sin embargo, no me resisto a comentar algún que otro pasaje de la misma. Así cuando dice: “La función docente ha sido la gran olvidada en la enseñanza, secundaria y universitaria, en cuanto que se ha considerado suficiente el dominio de la materia que se va a enseñar para ejercer la docencia, sin abordar específicamente la preparación de estos profesores para enfrentarse a la práctica docente”.

Asimismo, D. Amador Sánchez postula para resolver el problema de la formación del profesorado el MIR educativo del que me he  ocupado, en estas páginas, en varias ocasiones.

No sé que ocurría con la enseñanza universitaria lo que sí puedo afirmar es que, en la EGB y las enseñanzas medias, esa cuestión la resolvió la Ley General de Educación de Agosto de 1970, que creaba los  Institutos de Ciencias de la Educación, insertos en la  Universidad a los que se encomendaba “la función de orientación y especial responsabilidad en la formación y el perfeccionamiento del personal docente y directivo de los centros de enseñanza”. También instituye los CAP (Otro acrónimo: Certificado de Aptitud Pedagógica) que emitían los ICE, después de desarrollar el curso correspondiente, de bastantes horas de duración, dividido en varios troncos, uno teórico, general para todos los aspirantes y otro teórico-práctico para cada especialidad.

Ese certificado, requisito indispensable para presentarse a oposiciones, al menos para el profesorado de Enseñanzas Medias, pretendía cubrir las lagunas de conocimientos pedagógicos para el desarrollo de su labor profesoral.

Para adecuarse al plan de Bolonia, los CAP fueron sustituidos por un Master post grado, que cumplía el mismo cometido.

De acuerdo con esto la afirmación del Sr. Sánchez, no se sostiene.

Ignoro los requisitos actuales complementarios de los títulos exigibles, pero cualesquiera que sean, 

el MIR educativo, no solo no va a resolver los graves problemas de la educación en España, no, por la complejidad del problema que trasciende la formación complementaria del profesorado. Tal insistencia hace sospechar de que se pretende introducir un férreo control ideológico sobre el futuro profesorado.

¿Por qué tal sospecha? En la larga entrevista aparece ocho veces, ocho, la palabra “calidad” que, repetida como un  tópico, que suena bien, no se sabe lo que significa. En cambio la palabra “libertad” brilla por su ausencia.

Es así que la palabra “libertad” no aparece  a lo largo de la entrevista, ergo no interesa ni a entrevistador ni a entrevistado. Y se puede aventurar por qué. Además, lo que resulte de las propuestas que ignoren la libertad, conducirá, irremediablemente, a un nuevo fracaso ¡Al tiempo!

D. Amador: le sugiero que tome el banderín de la libertad como fundamento del sistema educativo que propugne. Aunque parezca mentira, aún no se ha ensayado: Libertad para crear centros; libertad de los padres, no de las familias, como asevera, no ¡De los padres! Para elegir centro, sea éste de propiedad estatal o privada. Tipo de  educación, sea mixta o diferenciada por sexos; o en casa si los padres tienen capacidad para ello.

Cualquiera sea la opción elegida, con cargo a los presupuestos sin coste para los padres.   

De esa manera se acabaría con el férreo intervencionismo estatal, condición necesaria y suficiente para enderezar el sistema educativo en España. MR.

Más información sobre el tema en estos enlaces de “El Faro…”:

http://www.elfarodemalaga.es/index.php?id=columna&tx_ttnews%5Btt_news%5D=49750&cHash=3273f904deaff74eeda0d9c08bbecbdf

http://www.elfarodemalaga.es/index.php?id=columna&tx_ttnews%5Btt_news%5D=49561&cHash=a270580e722436fc224548dce3cea0ba

http://www.elfarodemalaga.es/index.php?id=columna&tx_ttnews%5Btt_news%5D=46422&cHash=20cef8e813957c614d488f294572aec2

 

 

 

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