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Muy deficiente


En una permanente exposición ante las cámaras nacionales y foráneas (se sabe que el culto a la imagen y a la propaganda fraudulenta es su negocio favorito), Sánchez ha contado al pueblo español lo que “parece” un escrutinio final de curso político. Sin tiempo a que el personal fuera digiriendo los datos aportados para no descarrilar la superchería, fue desgranando con notable deleite —acompasado de cinismo inconmensurable— presuntos logros en todos los campos posibles e imposibles. A fuer de sincero mis medios informativos fueron periódicos digitales porque no aguanto engreimientos ni descaros. Desconozco el interés y grado de credibilidad que pudo despertar, pero gran parte de lo afirmado no aguanta el tamiz de una reflexión serena, transparente, sin dogmatismos irracionales. Considero básico la falta de cultura general y más aún en cultura política.

Sé que la expresión titular del artículo desapareció, hace años, cuando se entregaban las notas al final del curso escolar. Probablemente haya razones psicológicas para que a un infante se le exima de esas notaciones en su expediente académico. Se entiende distinto, incluso opuesto, si el examinando es adulto y con aires de superioridad. “Muy deficiente”, en esta ocasión, define con justicia y justeza el saldo acuñado por este inepto. A veces expresaba su ignorancia (tal vez exaltación onírica) con frases parecidas a ver si lo presuntamente inequívoco se instalaba en cabezas indigentes. “España tiene la medalla de oro en vacunación”, explotaba soberbio mientras ocurría la primera muerte en Europa por viruela del mono. “Imaginen un país que va ¿primero en vacunación y lidera las previsiones económicas?, ese es nuestro país”. Desternillante.

Si analizáramos rigurosamente los datos que endosa este hombre sobre la situación económica, tendríamos un serio problema: ¿qué hacer, reír o llorar? “Liderar a nivel europeo las previsiones económicas”, parece un exabrupto en lugar de apunte serio. Asombra esa habilidad que tiene para apropiarse de éxitos dudosos mientras reparte fracasos notables sin atribuirse ninguno. “La guerra de Ucrania es culpable de esta crisis económica”, afirma reiteradamente sin descomponer el rostro. Con bastante asiduidad deja caer alguna sospecha de entorpecer la “ingente” labor gubernativa a Unidas Podemos, socios siameses. Nada que ver con PP o Vox, sobre todo al primero hoy, a los que pone de chupa de dómine. Domina la demagogia, eso sí, como nadie. “Si Botín y Galán protestan es que vamos por el buen camino”. Él tiembla ante Botín, Galán y otros.

Aunque intente disimularlo, la situación económica —junto a la Institucional— va a vencerlo; es decir, lo expulsará de La Moncloa. “La oposición defiende oscuros intereses” se convierte en llamada de socorro, de individuo (no digo político) vencido. Sabe que esas gilipolleces ya no penetran en la sociedad porque muchos millones de conciudadanos trabajadores no llegan a final de mes. No obstante, sigue lanzando el anzuelo por si algún desorientado traga. Quitarse la corbata para potenciar el ahorro energético, es no solo caricaturesco sino prueba palpable de déficit mental. Sumando a estos disparates las soluciones aportadas a última hora para disminuir el siete por ciento del consumo de gas, nos trasladan de nuevo a una gestión social incompatible con las obligaciones gubernamentales. Esta extravagante realidad la vivimos al comienzo del Covid, donde el pueblo superó con creces a un gobierno lento, sin ideas, derrotado por una situación que no quiso abordar con sinceridad y talante inequívoco.

Disposición personal y escenario económico conforman el cuadro más preocupante del ciudadano, pero hay otros cuya trascendencia a medio plazo puede superar con creces al ya expuesto. Me refiero a la hostilidad que mantiene el independentismo respecto a esa unidad nacional que expresa la Constitución. Los coaligados, por necesidad imperiosa o movidos por objetivos pariguales (desvertebración y debilidad nacional), consienten —si no potencian— hasta la insumisión las sentencias judiciales. Cuando la Ley no se cumple, impera el atropello a derechos individuales y la democracia queda en suspenso, apuñalada. Vergonzoso aquel paripé perpetrado por Sánchez al reunirse con presidentes del PP al día siguiente de convocar delegaciones del gobierno catalán y central, sin las cabezas principales, con menor protocolo, pero concediendo dádivas al independentismo.

Tan transcendental (quizás mucho más) que la naturaleza económica e Institucional, es apreciar en este aventurero un considerable afán totalitario. Ha vendido su alma, si es que tiene, al diablo para conseguir quórums parlamentarios; o sea, un poder político único, arbitrario. Tiene —simultáneamente— dominio legislativo, acudiendo al Decreto-Ley si observa cierta inestabilidad en sus apoyos. Le falta someter a los órganos colegiados de la judicatura: Consejo General del Poder Judicial y Tribunal Constitucional. Su antidemocrática obsesión consiste en retorcer la Ley para “domar” a los jueces y sojuzgar aquellos Órganos. Una manera muy poco ortodoxa de prorrogar esa famosa impunidad política, mañana esencial para un descargo espurio. Proyecta también ocupar el Tribunal de Cuentas, Instituto Nacional de Estadística e Indra. ¡Todo atado y bien atado!

Estando clara la nota que merecen gobierno, coaligados y soporte, ¿qué calificación merecería el conjunto opositor? Es inexcusable precisar en justicia. Dentro del PP hay políticos que llegan por los pelos al deficiente por contraste a la singularidad del sobresaliente. Dejo al buen sentido del lector la persona que merece nota tan magnífica. Alguna debilidad ante los compañeros de bancada les permite copiar ideas que atentan contra la filosofía de sus votantes. Los tiempos traen desconciertos cuyo pleito intriga al más ducho en estos menesteres. Me refiero al “test” propuesto por Macarena Olona a Vox o a Santiago Abascal. Las respuestas, amén de atinar al cincuenta por ciento, tuvieron una lectura improcedente y —desde mi punto de vista— lesiva para los intereses de Vox a medio plazo. Dejar Olona la vida política desprestigia el informe final de aquel.

¿Por qué considero que Sánchez debe anotar en su expediente una puntuación tan inmisericorde como ponderada? Aparte de lo dicho con anterioridad, quitarse la corbata para reducir el gasto energético es tan esperpéntico por sí solo que merece sobradamente el calificativo del epígrafe. Su total inepcia e imprecisión le lleva a conformar diversas afirmaciones que son en realidad auténticas escapatorias. Me recuerda a aquel opositor que le preguntaron por los Reyes Católicos, totalmente desconocidos para él, pero se sabía al dedillo Colón. Dijo: “Durante el mandato de los Reyes Católicos, Colón descubrió América y acto seguido continuó hablando exclusivamente de Colón”. Lo expuesto constata que la calificación merecida por nuestro presidente —moralmente impresentable— en su actividad política, se ajusta al “muy deficiente”.

 

 

 

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