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El visco del bizco


El bizco Bieito, para cazar pajarillos, zampuzó el viscoso visco entre las ramas. No advirtió la cavidad del tronco del árbol y, al bajar, le mordió la serpiente que allí tenía su habitáculo.

Bufaba camino del pueblo en busca del médico que pusiera remedio al veneno inoculado. Cayó desmayado a la altura de la primera casa, afortunadamente habitada por Marichu, la guapa y apuesta bruja, que, al verlo, se percató de lo ocurrido y le puso remedio con un antídoto que ella misma había creado.

Tres días permaneció el hombre cuidado por aquella extraña mujer de dudosa fama entre ciertas gentes del pueblo, donde se rumoreaba que tenía amores secretos y apasionados con Alfredo Rubio, el veterinario. No obstante, acudían a ella en los casos sin soluciones médicas oficiales.

Reflexionando sobre lo bien cuidado que había estado por aquella mujer y observando que era hacendosa, atractiva y hermosa, más por interés que enamorado, dijo:

—Marichu, quiero que te cases conmigo.

—Lo siento, amigo, soy mayor que tú y no me gustan los hombres que miran torcidamente.

—La gente va a murmurar por los tres días que he permanecido en tu casa.

—Debes saber bien que lo que diga la gente se desvanece antes de llegar a mis oídos y, si llega, me resbala. Por una entra, por otra sale. Anda, vete, que ya estás curado.

El bizco Bieito, más despechado que agradecido, pregonó por todas partes que había pasado tres noches durmiendo en casa de Marichu. Algunos ni lo creyeron.

 

Antonio García Velasco

https://agvelasco.blogspot.com/

www.agvelasco.es

 

 

 

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