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La salsa con neguilla


Sentada en un saliente, contemplaba los cachones en la orilla rocosa del mar. Se admiraba de la espuma de blancor interminable.

Prendida estaba en los poemas marinos del atardecer y su bolso había quedado, como olvidado, a pocos metros de su posición contemplativa. Un ratero se iba acercando sigilosamente a su objetivo. Mas, en el momento de alargar el brazo para alcanzarlo, ella volvió la cara y el ratero desistió momentáneamente de su propósito. Dijo con soltura:

—Muchacho, creo que vas por el mal camino. Robar las propiedades ajenas es un delito. El bolso no te pertenece. Acabarás en la cárcel.

—Supones lo que no es.

—No, muchacho, no me vengas con cuentos. Mejor te vas, te olvidas —se levantó y recogió su pertenencia.

—Trágate el bolso con todo lo que lleves en él —rezongó el joven mientras emprendía la carrera para alejarse.

—Si se hubiese llevado el bolso, no podría cocinar la salsa con neguilla que tanto le gusta a mi hijo. La he comprado expresamente para ello y aquí la tengo —se dijo mientras comprobaba que el envoltorio de las especias permanecía en su sitio.

En aquel preciso momento, se produjo un cachón gigante. Aguas y espumas le arrebataron lo que tenía en las manos.

—Lo que no me quitó el ratero, me lo ha quitado el mar. No tengo otro remedio que dejar la salsa para otro día.

 

Antonio García Velasco

https://agvelasco.blogspot.com/

www.agvelasco.es

 

 

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