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De dineros, males y otros detalles


Quien me siga con asiduidad conoce mi tesis fundamentada en que solamente Europa puede terminar con este gobierno inepto, nefasto. Fraude, cinismo y manipulación se enseñorean del individuo creando una realidad postiza, insensible, cocinada a fuego lento. Tal coyuntura explica el ínfimo desgaste electoral del PSOE, aun advirtiendo la irresponsabilidad de un ejecutivo huidizo —que culpa a otros y falsea el descalabro sanitario— mientras atasca hasta extremos insólitos los trámites económico-laborales. Se conforman así millones de parados y trabajadores en exclusión social, sin contar las colas del hambre. Sin embargo, asombra percibir con qué inutilidad opera este gobierno; tanto como el dogmatismo irracional desatado por una sociedad terca, ladina e iletrada. Es probable que este último atributo y la polarización visceral apreciada respondan a un notorio plan de ingeniería social. Desde luego, nada existe por generación espontánea.

Semanas después de depositar la papeleta y dispuesto un gobierno, generalmente repudiado por ser fuerte (mayoría absoluta) o débil (necesidad imperiosa de someterse a siglas nocivas, la mayoría de veces), surgen conversaciones —casi siempre tabernarias—que rubrican un sentimiento común: frustración. Es el efecto esperado, lógico, de votar a la contra, sin juicio previo ni convicción. Nos defraudan todos en proporción parecida, pero dejamos la piel no por los nuestros (de ordinario, posesivo esotérico e infantil) sino para que pierdan los otros, igualmente indescifrables. Somos pura contradicción y ahora, roto el bipartidismo, han difuminado el enemigo dejándonos frente al absurdo. Los años me han hecho desmenuzar sin patrioterismo montaraz, ese rasgo que permite enaltecer o desdeñar sin límite cualquier imagen antojadiza del eslogan “España es diferente”. 

Zapatero y Sánchez pasarán a la Historia liderando los peores gobiernos durante dos siglos, al menos. Pese a su carencia, el primero se sentía inexpugnable ya que en la segunda legislatura (estando España al borde del abismo) obtuvo cinco diputados más. Europa le obligó —mayo de dos mil diez— a realizar inmensos recortes sociales para asegurar la estabilidad financiera totalmente descontrolada. Al año siguiente le puso en bandeja a Rajoy una mayoría absoluta impensable e inmerecida. Recordemos las causas. El paro pasó en siete años del once al veintiuno por ciento; el déficit, del cero punto cuatro al nueve, punto dos; la deuda del cuarenta y siete al sesenta. Estábamos próximos a la bancarrota. Sánchez, que ha superado a Zapatero, realiza una gestión sanitaria infamante, indecisa e ineficaz. Presenta, a su vez, el horizonte económico más negro que haya registrado el país en decenios, arrastrando la deuda al ciento treinta por ciento del PIB.

El presidente —experto artífice del buñuelo, ducho en montajes y propaganda— hizo dos anuncios salvadores, de gran rédito político, si hubiera adelanto electoral. España recibirá ciento cuarenta mil millones de euros cuyo objeto es eclipsar la crisis del coronavirus y vacunas para que, al final de verano, un setenta por ciento de la población esté vacunada, se consiga la inmunidad de grupo y así vencer al SARS-CoV-2. Parece que la UE retrasa el traslado del dinero mientras la política social-comunista dificulte a los prestamistas recobrar su dinero. Además, el ritmo de vacunación es demasiado lento y los objetivos temporales no podrán conseguirse, de forma rigurosa, bajo ningún concepto. Esta coyuntura hace que naufraguen los planes de Sánchez e Iglesias, realizando este la acostumbrada, ridícula y teatral pirueta. Ignoro cómo llegaremos a otoño sin el apoyo europeo.

Casi tres años con Sánchez al frente del ejecutivo ha debido dejarnos estupefactos, catatónicos. De manera incomprensible, nadie mueve un dedo ante esta situación pavorosa. No hay oposición, o ejerce con sordina, cuando —aparte la arraigada indolencia social— tolera, calla (si no defiende), el arbitrario proceder del gobierno respecto a libertades y derechos constitucionales. Cualquier sigla, a veces incluso Vox, calcula sus frutos electorales antes de tomar decisiones que afectan al individuo persona, no masa votante. Mientras derechos, justicia e igualdad, incumplan un mínimo principio democrático y/o constitucional tendremos enfermo el sistema, dispuesto a llamadas intolerantes que potencien enfrentamientos. Se están subyugando, presuntamente, libertades individuales con pretextos de dudosa base jurídica que ocasionan efectos malignos, perversos, nada democráticos desde mi punto de vista.

Quizás el mayor mal que puede sobrellevar cualquier país es tener un poder judicial timorato, pusilánime, abocado a la licencia guiada. Como español casi octogenario, reflexivo, metódico y libre, afirmo que no me satisface esta democracia desnaturalizada, así como tampoco políticos aventureros, corruptos, trincones y manipuladores. El poder judicial, cada vez más dependiente, debiera dar consistencia al sistema. Reconozco que la presente coyuntura complica su misión; no obstante, (“domesticado con lentejas” el legislativo, vencidos la sociedad, los medios, incluso las finanzas) queda únicamente la independencia judicial —y Europa, insisto— como garante de los derechos ciudadanos. Ejemplos tal que la entrada en una vivienda, rompiendo la puerta sin orden judicial con preliminar aprobación jurídica posterior, junto a la defensa del hecho por Ana Vázquez Blanco, diputada del PP y portavoz de Interior en el Congreso, constatan un peligro real.

Recuerdo que, durante la corta coyuntura agrícola de mis hijos, un familiar dijo refiriéndose al nuestro: “Este tractor tiene un problema, aparte mil más”. Saco a colación la añeja frase porque pudiera usarse actualmente refiriéndonos al país.  El problema, al alimón, lo definen gobierno y sociedad o viceversa. Significar el millar complementario lo evacúo a mis amables lectores de cuya capacidad analítica confío. Sin embargo, necesito exponer matices sobre ciertas cuestiones enrevesadas. El tándem Sánchez-Redondo tienen planes agudos, de alta política, o. por el contrario, navegan desarbolados. Me explico. Las relaciones internas con ERC y Bildu, así como externas con gobiernos marxistas latinos, no deben estar sometidas a la presión expresa de Podemos sino al intento de absorberlo revistiendo el PSOE con máscara acorde. Objetivo arriesgado que, aunque parece dar frutos favorables, por titubeo puede desafectar a su propio electorado.

Aunque Iglesias haya podido fabricar el choque con cuatro “fascistas”, sin identificar, en Canillejas a imagen de otras propagandas conocidas, dudo del botín electoral conseguido por lo grotesco de la acción; asimismo, decorado y personajes parecen hechos a medida. De otro lado, deduzco que los políticos catalanes hoy y la extrema izquierda son compañeros tóxicos para cualquier partido de gobierno nacional. No por la ciudadanía española, que aguanta carros y carretas, sino por una Europa celosa, defensora de los derechos y libertades públicos, amén del libre mercado. Sánchez lo sabe; por eso quiere arrancarse cuanto antes el lastre acopiado para llegar al poder. Zapatero y Tsipras son espejos útiles, infalibles, en quienes mirarse. Malo, si los abandona; peor, si no lo hace.

 

 

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