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El galimatías catalán


Las elecciones catalanas han copado masivamente cualquier comentario mediático. Venían precedidas de opiniones discordantes, algunas variopintas sin que por ello fueran inoportunas. Quizás juzguemos razones cruciales la pandemia y esa presunta estrategia gubernamental para que el PSC (al fondo PSOE) obtuviera un resultado acrecido —corto para cambiar nada en Cataluña— y hacerle cómoda al presidente esta legislatura que se presenta espinosa. Sánchez maneja a personas, Autonomías y objetos, sin importar consecuencias, si obtiene con ello réditos políticos suficientes para enrocarse en La Moncloa. Ese es su exclusivo anhelo por encima de cualquier otro interés o consideración. Proclama, como los demás, que trabaja por el bienestar de los españoles, pero las acciones habituales muestran cuánta falsedad hay en sus palabras. Asimismo, hasta el momento, no conozco sigla veraz; si acaso Vox, por insuficiencia de datos empíricos.

Avanzado el escrutinio electoral, también al siguiente día, los medios audiovisuales pergeñaban un completo cúmulo de análisis apresurados, vagos, superficiales. Distintos comentaristas iban desmenuzando ocurrencias bajo el perfil dictado por su ideología o lucubraciones voluntariosas, improvisadas, intuitivas. Incluso, temo con base consistente, guiadas por afán lisonjero, pelota. Comparando datos de dos mil diecisiete con los últimos comicios, tenemos información precisa que pone en riesgo valoraciones hechas de forma precipitada. Estas reseñas indican que han votado muchas menos personas. Un millón quinientas mil abstenciones y doscientas mil por disminución del censo electoral. Tales cantidades trastocan cualquier análisis inmediato, aunque el reparto de escaños lo simplifique en gran medida ofreciendo apariencias ficticias e ilusorias.

Los medios afirman sin complejos que el PSC ha resultado vencedor sin paliativos. Falso, ha recogido la suma de varios imponderables para aparecer triunfador a todas luces. Veamos: en dos mil diecisiete obtuvo seiscientos seis mil seiscientos cincuenta y nueve votos y diecisiete escaños. El pasado domingo tuvo seiscientos cincuenta y un mil veintisiete votos y treinta y tres escaños. Es decir, cuarenta y cuatro mil trescientos sesenta y ocho votos le proporcionaron dieciséis escaños. O sea, obtiene un escaño más por cada dos mil setecientos setenta y tres votos. ¿Milagro? No, aunque despliegue peculiaridades propias; sin más, simple suma de casualidades propicias. Por desgracia para Sánchez, todo su esfuerzo —y plan trazado con antelación— no dieron ningún resultado por sí mismo. Cualquier candidato, probablemente, hubiera conseguido parecidas rentas. 

Estos números hacen inobjetable que ningún partido, salvo Vox (doscientos diecisiete mil trescientos setenta y un votos), ha aumentado su cosecha. PSOE y CUP obtienen resultados parecidos (casi calcados), Podemos pierde cien mil y PP ochenta mil. El desastre se ceba en el independentismo (ERC y JxCAT), que pierden entrambos más de setecientos catorce mil votos y en Ciudadanos, novecientos cincuenta y dos mil doscientos. Diría que casi la totalidad de todos ellos conforma la abstención cuyo aumento asciende al cuarenta y seis, coma cuarenta y cuatro por ciento. Lo dicho constituye una situación indubitable: en estas elecciones catalanas hay dos ganadores, abstención y Vox, junto a tres perdedores, Ciudadanos, JxCAT y ERC. Cualquier otro análisis, buscando una óptica oportuna, es ganas de rizar el rizo. Abstinencia y aturdimiento se han dado una mano fortuita para favorecer a Sánchez.

La alta abstención desafía toda legitimidad a cualquier gobierno que pudiera formarse tras estos resultados. PSOE y ERC empatan a treinta y tres escaños. Sigue JxCAT con treinta y dos seguido de Vox que obtiene once. Sin embargo, la ley electoral, como he mencionado, tiene notables déficits democráticos (junto a misterios insondables) para sonrojo de PSOE y PP. Aparte lo dicho del PSC, en estas elecciones catalanas ERC pierde trescientos treinta y tres mil votos ganando, pese a ello, un escaño. JxCAT contabiliza trescientos ochenta y un mil votos menos, pero solo disminuye dos escaños. Ciudadanos decrece novecientos cincuenta y dos mil votos y treinta escaños. Consecuencias, todas ellas, injustas e incomprensibles. De aquí, múltiples interpretaciones erróneas. Comentan, verbigracia, que el PP ha sufrido un descalabro extraordinario, a todas luces excesivo.

¿Y ahora qué, quién va a conformar el gobierno catalán? Tan compleja respuesta, y ausente la bola de cristal, solo cabe dejar que el azar resuelva este galimatías con la esperanza de un acomodo solvente. Me aventuraré, no obstante, a dar algunos pasos por este laberinto nebuloso. Resucitar el tripartito, apetecible deseo de sus tres líderes, parece imposible desde el marco catalán, asimismo nacional. Coaligarse ERC con PSC y Podemos, daría en el futuro una ventaja de oro a JxCAT. Por otro lado, considerando vasos comunicantes la acción del PSOE en Cataluña y resto del país, puede suponerse un descalabro del mismo en próximas convocatorias generales. Lo mismo ocurre con el país vasco y PNV. Sánchez querría, en ambas autonomías, deshacerse de la derecha soberanista y nacional, pero debería pagar un peaje inasumible. Eliminemos el tripartito.

Queda, aparte otras elecciones anticipadas, un gobierno de coalición entre ERC y JxCAT con apoyo, tácito o expreso, de CUP o Podemos solo numéricamente necesario. Esta perspectiva tampoco cuenta con complacencia plena de ningún socio. ERC se ha vuelto más comedida, juiciosa. Ha cambiado su apuesta de la DUI (declaración unilateral de independencia) por una Autonomía amplia, completa, sufragada con dinero estatal. Le interesa mantener buenas relaciones con el PSOE, apoyar a Sánchez, mientras reclama compensaciones importantes, asimétricas. A nivel interno, catalán, le va bien apodarse “izquierda progre” —una paradoja ideológica— para conseguir los mayores frutos electorales en cualquier tipo de campaña. JxCAT, sigla que integra la burguesía catalana desaparecido su germen PDeCAT, recoge el independentismo radicalizado porque, al igual que su coaligada, es su única doctrina — también paradójica— de supervivencia.

Termino con una consideración y una obviedad. Los medios, en inmensa mayoría, glosan al PSC por su éxito destacando, al tiempo, el descalabro morrocotudo del PP. Puro embuste según los datos consignados en párrafos anteriores. He oído que el epílogo catalán no es extrapolable al resto de España. Craso error, comparable al cometido por Casado cuando decide abandonar la sede nacional del PP. Tal resolución significa, más allá de excusas inverosímiles, el reconocimiento de probable “sorpasso” por parte de Vox en las siguientes elecciones generales y la infracción del partido respecto a contabilidad irregular, cuanto menos. Casado, al igual que otros muchos líderes incluyendo a Sánchez, no sabría gobernar este país en beneficio de sus habitantes. Tiempo atrás pensaba que era imperioso su concurso a fin de apuntalar el centro-derecha español. Estaba equivocado; es un dirigente oculto, torpe, inhábil para sacar a España del marasmo actual.

 

 

 

 

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