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La lectora de Homo vampyrus


La cantinela de su gran rezo era el desarme. ¿Por qué los seres humanos habían tenido siempre el afán de poseer armas más potentes que los supuestos contrarios?

Se decía: "Este es un sistema basado en el dominio de los más fuertes, los que pueden poseer armas y sicarios dispuestos a usarlas. Quien dice armas dice recursos, dinero, poder. ¿No podría uno "apearse" de este tren desquiciado  de la Humanidad?"

Fue entonces cuando le recomendaron la lectura de Homo vampyrus. Tras la lectura exclamó:

—¡Quiero ser vampira! Porque los vampiros que pinta este libro son inmortales, están por encima de las enfermedades, poseen poderes sobrehumanos y, de modo especial, mantienen la inquebrantable hermandad con todos los de su especie. ¡Quiero ser vampira!

Acaso fuera un sueño tan imposible como el de don Quijote enloquecido por emular a los caballeros andantes, imponer justicia y enderezar los entuertos de los humanos.

 

 

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