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La justicia de los Reyes Magos


Poco antes de las vacaciones de Navidad, en la clase cuarto de Educación Primaria, en la asignatura de “Sociales”, la seño Elena estuvo hablando de la justicia. El tema surgió porque todos consideraron injusto que se le quitara a Andrés Rovira el móvil que había llevado a clase. El alumno explicó que su padre se lo había dejado aquel día para que llamara a casa cuando terminara la jornada escolar. La maestra decía que, en aquel colegio, estaban prohibidos los móviles. “No es justo”, decían los niños. La maestra aprovechó el conflicto para explicar el concepto de justicia y, de modo especial, se detuvo en la justicia distributiva. Dijo que el principio más básico de esta clase de justicia era la distribución igualitaria de bienes entre todos los miembros de la sociedad. aunque ello se debería matizar con el rendimiento y la responsabilidad de cada uno en su trabajo o en sus estudios.

—¿Verdad —dijo la maestra— que no sería justo que a todos le ponga la misma nota del trimestre se haya sacado un diez o un cero en el examen?

—¡No! —exclamaron todos.

Alicia, tras escuchar a la maestra, apuntó que la justicia distributiva nada tenía que ver con la “injusticia” de haberle quitado el móvil a su amigo Andrés.

La maestra respondió que es justo cumplir las leyes de convivencia. Y la niña argumentó que aquella ley era injusta porque Andrés tenía el encargo de llamar a su padre cuando terminara el colegio y que, por eso, lo había llevado aquel día.

La seño, después de varias protestas, terminó diciendo que, antes de finalizar la última clase, le devolvería el smartphone a Andrés. Y a todos les pareció bien y la clase pudo continuar. Insistió la maestra en la idea explicada de la justicia distributiva.

Alicia no dejaba de pensar y se planteaba que los Reyes Magos, en su reparto de juguetes, deberían llevar a todos los niños y niñas lo mismo. Sobre todo si todos se habían portado bien.

—Los Reyes Magos son justos, ¿verdad, papá?

—Claro, Alicia, claro.

—Entonces nos traerán a todos juguetes iguales, es decir, equivalentes. Pues cada niño escribe su carta con sus preferidos. Pero si uno se pasa pidiendo muchas cosas, a todos nos deben traer el mismo número de juguetes.

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Madre y padre se miraron sin comprender demasiado: "Esta niña va para filósofa, ya te lo digo yo", comentó éste.

—No seas exagerado, Jacinto. Todavía es demasiado pequeña —dijo Lola.

—Pues hace cada pregunta...

—Sólo está en cuarto de primaria. No exageres.

—¡Menudo cuando esté en la Universidad!

Alicia siguió pensando que, ciertamente, los Reyes Magos le traería lo mismo que a su compañera Ana Redondo, aunque sus padres tenían mejor coche que los propios, su casa era más grande y lujosa y llegaba a clase vestida con ropa muy cara. "Pero los Reyes Magos no entienden de padres ricos o padres pobres. Porque son mágicos y saben lo que cada uno necesita y son justos. Para ellos todos los niños que son buenos, son buenos y merecen los mismos regalos... Yo me he portado hasta mejor que Ana y mejor que Carolina..."

Fueron unas Navidades felices, aunque había que tener mucho cuidado con una terrible enfermedad causada por un maligno virus. Se tenía que salir a la calle con mascarilla...

—Mamá, ¿los Reyes Magos también tienen que ponerse la mascarilla?

—Claro, hija, como todo el mundo.

—Pero ellos son magos. ¿Es lo mismo magos que mágicos, mamá?

—Un mago hace magia —respondió la madre.

—¿Y podrán los Reyes Magos hacer una magia que espante el virus?

—Alicia, eso no lo sé.

Alicia la filósofa estaba deseando que llegara el día de Reyes para comparar los regalos de las niñas que conocía y saber si los Magos tenían justicia distributiva o eran como los demás.

A su compañera Ana le habían echado una muñeca que andaba sola y podía contestar preguntas, un móvil de última generación y un monopatín eléctrico. A Carolina, un ordenador portátil, un juego de “Monopoly” electrónico que usaba tarjetas de crédito en vez de billetes y una mochila con ruedas para no ir cargada al colegio. A ella, unos zapatos nuevos, un pantalón, una blusa y una muñeca de plástico duro. Le dolió la diferencia y comentó:

—Los Reyes Magos no conocen la justicia distributiva. ¡Tendrían que venir a la clase de la seño Elena!

 

 

 

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