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La otra navidad


Muchas personas comienzan a sentir, en estas fechas, cierta angustia ante la llegada de la Navidad. Consideran que, como todos los años, ya están aquí unas fiestas, donde la celebración en familia y con amigos, así como las comidas de trabajo y los regalos son un conflicto.

            Son distintos los motivos por los que se rechaza este periodo festivo, pero, sin duda alguna, la carga emocional que estas fiestas representa para algunas personas, termina por generar un deseo de que pasen con rapidez.

            En Navidad afloran con más ímpetu y se hacen sentir con más energía, recuerdos de vivencias pretéritas y sin retorno: imágenes de personas, hechos y situaciones que en su día latieron, como un sol sin ocaso, en la bondad del amor, pero que ya de ellas solo nos queda una rosa oculta en nuestro corazón, tesoro incalculable por íntimo y valioso para nosotros, impregnado de lágrimas silentes, de tristezas de alma...

            La Navidad es también tiempo de zozobra y aflicción para quienes viven en soledad no deseada; para quienes en fecha  aún no lejana perdieron para siempre a un ser querido; para quienes ven crecer en su jardín, abandonado por falta de ilusiones, la planta amarga del desamor, de la desesperanza...; para quienes tienen su nave envarada bajo las blancas sábanas de una cama hospitalaria o de un centro geriátrico; para quienes eligieron con valentía la soledad silenciosa, al desterrar de su alma, de su sangre y de sus días a un corazón indiferente; para quienes no tienen nada que comer ni que beber o no tienen ganas ni gusto en ello; “para quienes, como dice Antonio Gala,  desearían que los dejasen comer un huevo duro y un yogur, de pie, mirando a ningún sitio, con los ojos demasiados secos para ver, o demasiados arrasados en lágrimas”. ¡Cuántos y cuántos hombres y mujeres desearían, al llegar la Navidad, que sus días fuesen días ignorados, corrientes, de trabajo monótono y rutinario, suponiendo que lo tengan, como cualquier otra jornada del calendario! Pero, precisamente, para ellos, esta efeméride religiosa debe de ser y tiene que ser una fiesta de gozo y de gloria, precisamente, para ellos, los no dichosos, porque la Navidad y el pequeño Dios vienen a despertarlos de tantas y tantas realidades y sueños de tristezas, soledades, amarguras y miserias, y a enseñarles a mirar la vida y a vivirla con la sonrisa abierta y la mirada inmaculada de un niño.

            La soledad o el duelo suelen ser las razones más frecuentes. Y el duelo no está asociado siempre a la muerte de alguien cercano. El duelo se vive en otras situaciones como la pérdida de un trabajo o por una separación de pareja.

 

 

 

 

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