Disponía de un himnario y estaba empeñada en cambiarle la letra a todas las composiciones, creando una versión en cheli con arreglos para guitarra. Pero cumplió veintiún años y la jerga juvenil dejó de interesarle. Montó un taller de cendras, encontró un novio, se fueron a vivir juntos... Una nueva quimera levantó sus ilusiones. Aunque tal quimera, como sueño de ingenuo posible alcance, dio paso a un monstruo que vomita llamas y quema toda esperanza: la crisis que arruina autónomos y pymes acabó con su taller de cendras y copelas. Como si ya nadie tuviese la ocupación de purificar oro o plata en crisoles fabricados con cenizas de huesos calcinados, tuvo que cerrar. Los novios terminaron separándose y ella, sentada frente a la terraza, entonaba cantos de desahogo con su guitarra:
Mi chorbo se fue
me robó el parné,
se llevó mi cheira
de cortar el pan...
Es chungo mi caso,
más triste que un tango.
No me como el tarro:
me quedo en mi queli
aunque no me jale
ni rosca ni tate.
Es chungo mi caso,
más triste que un tango.
Se le ocurrió colgar sus versiones y cantos de desgracias en las nubes de YouTube... Hoy vive de la publicidad que acogen sus vídeos. La principal editorial del país le ha publicado un libro con las letras de sus canciones y una compañía discográfica ha lanzado su primer disco.
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