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El Copo. De vacunas


Con la grata y sorprendente noticia de la posible aparición de la vacuna Pfizer para los inicios del año dos mil veintiuno, a la humanidad solvente le ha nacido una sonrisa que abarca todo su rostro.

         No digamos nada sobre los buitres del Ibex que sobrevuelan las cimas donde la codicia se instala para placer de ellos.

         Sin embargo, a un servidor de ustedes le importa, por ahora, la humilde vacunilla de la gripe que afirma la jerarquía mandante debe ser instalada en los vetustos cuerpos de aquellos que malviven con sus ochenta y pico años de existencia depauperada.

         Es mi caso ya que calzo los ochenta y cuatro tacos que almacena mi cuerpo, ya muy cerca del bonito número 85.

         Un servidor, funcionario jubilado, es instado por los más próximos al jeringazo de marras, cedo a ello y busco la manera de hacerme con una dosis gripal.

         Busco la dosis por farmacias, pero por ahora no hay rastro de ella, Aburrido pues, me incrusto debidamente en la oficialidad, ya sabe, acudo a la Mutualidad de Funcionarios del Estado (MUFACE) e intento que una de sus queridas compañías, en este caso ASISA, me reconforte en el intento.

         Llamo y llamo por teléfono hasta que, por fin, en el decimo quinto intento, salta una voz agradable. Le informo, me informa, nos informamos y llamo a un teléfono medio secreto para que llame a él y me dé cita.

         Así es. Oigo que el encuentro será a 16h. 10m. días antes de comernos el turrón de jijona, o sea: para mediados de diciembre.

         No protesto, sino que me someto a lo que ordene la autoridad competente. Siempre, como buen funcionario, lo hice.

 

 

 

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