El Sepblac (Servicio de Prevención de Blanqueo de Capitales) ha descubierto lo que parece ser una fortuna oculta del rey emérito, esta vez radicada en la isla de Jersey, en el Canal de la Mancha.
Es por ello que ha remitido un expediente informativo a la Fiscalía Anticorrupción en la que pone en conocimiento del Ministerio Público la existencia de un trust cuyo beneficiario es Juan Carlos I. Este chiringuito financiero lleva en funcionamiento desde la década de los 90 y oculta una cantidad multimillonaria oculta al fisco español.
Un caso aislado puede considerarse especulativo, ilusorio o engañoso. Un segundo caso, empieza a generar fundadas dudas. Pero, un tercer caso ya tiene el más que aparente hedor que acompaña a los actos del pillaje y la rapiña.
Aun respetando la presunción de inocencia, la acumulación de presuntos casos delictivos que pululan alrededor del rey emérito, cuando los compatriotas españoles se debaten entre la angustia sanitaria y la ruina económica, no es solo desalentador y desesperanzador, sino que puede llegar a justificar el más absoluto rechazo, no solo del emérito, sino de toda la institución que representa.
Si nuestra monarquía no es capaz de hacer un ejercicio de absoluta transparencia, tendrá los días contados. Y, esta vez, créanme, su caída no se producirá por ningún acto revolucionario, sino por su más que presunta actitud de deslealtad, indecencia, desfachatez, inmoralidad, mezquindad y villanía.
Presuntamente, presuntamente...
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