De todos los slogans de aquel lejano Mayo de 1968 sucedido en París, en plena dictadura franquista, los españoles recogimos sus ecos en fotocopias que nos pasábamos unos a otros.
El que más me gustó fue aquel que rezaba: “Que nuestros sueños sean sus pesadillas”, aunque el que encabeza este “copo”, “Prohibido prohibir”, no le va a la zaga.
El gobierno de Sánchez, encabezado interinamente por Illa, renuncio a escribir Salvador, ha anunciado una batería de prohibiciones tardías, cuando fue aquel fatídico 8-M cuando tuvo que prohibir, además de la tristemente famosa manifestación, el Congreso de Vox, los partidos de fútbol, misas, bodas, metro, autobuses, aglomeraciones, etc.
Ahora, cuando el bicho sigue haciendo de las suyas, prohíbe fumar, cierra discotecas, prostíbulos, botellones, etc. Viene a recordarme la llamada “Ley Seca” de EEUU que prohibió las bebidas alcohólicas y nacieron los Capone y demás gánster de una época de triste recuerdo.
Busca el tal Illa que se establezca la “burbuja social·, o sea, un grupo social estable de no más de diez personas con los que convivir y echar un rato de copas a dos metros de distancia uno de otro, sin brindis, fogatas de nicotina y aplausos para el Barça a pesar del desastre.
Que se aplique ellos, los mandamases, lo de la burbuja social y dejen en diez los ministros que se reúnen semanalmente cuando vengan de las vacaciones que no se han ganado.
En cuantito finalice agosto vamos, irremediablemente, al caos con la chavalería que hace bolillas con los mocos.
Una cosilla más: ¡amigos del Gran Vía, dejadme un hueco en la burbuja social!, gracias.
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