Siguiendo la tradición cristiana, que no es nada mala, hoy se celebra el “Día de los abuelos” por aquello de que los padres de María, Joaquín y Ana, fueron los abuelos del conocido por Jesús de Nazaret.
Nada de lo anterior es dogma de fe, pero no deja de ser una historia enternecedora y simpática transmitida de generación en generación a la que, según atisbo, le queda poca vigencia por estos lares según se desprende de las señales de humo que se ven por el horizonte.
El abuelo -también la abuela- con la actual pandemia que vivimos es una rara ave que tiende a extinguir, aunque lo suyo le costará a este maldito bicho acabar con tantos ancianos y ancianas que sobrevivieron a epidemias de otro tipo, a saber y entre otras: odio, sarampión, hambre, viruela, etc.
La misión principal del abuelo respecto a sus nietos y nietas es, en el buen sentido de la palabra, “deseducarlos” y hacerlos felices mediante cuentos, historietas y sortilegios de toda clase.
Los abuelos tienen que hacerse como ellos, como los nietos e inventarse juegos acordes con la tierna edad de los pequeñuelos.
Un servidor ha amasado pan, ha jugado al tacataca del caballito que todo lo podía, ha peinado lindas muñequitas y se ha pringado con las aventuras del pescador Manolo que todo lo podía.
Ya anciano, no queda casi nada de lo transmitido porque el tiempo, infatigable y constante en su perezoso peregrinar, deja pocas huellas; pero las pocas que permanezcan serán brotes de nuevas flores para ellas, mis nietas Carmen y Elena.
No os dejéis, jamás, arrebatar lo “bailao” con vuestros yeyos.
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