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El Copo. Sálvese el que pueda


No sé ustedes, pero un servidor se encuentra agobiado ante esta segunda incursión, prolongación de la primera, de la pandemia del Covid-19.

         Y ello a pesar de encontrarme en un lugar donde no existen -dicen- rastros de ese coronavirus traidor que emerge, se esconde y vuelve a brotar una y otra vez sin posibilidad de poder acabar con él.

         Dicen los expertos que se mueve con absoluta facilidad en guateques, botellones y fiestas nocturnas, o sea que se siente con cierta comodidad en ambientes de bullicios, achuchones y besitos.

         Toda la responsabilidad parece recaer entre el personal joven que, como siempre, no se somete a una férrea disciplina de sus deseos y, menos aún, a órdenes diseminadas e incoherentes de las múltiples Comunidades Autónomas y de un Gobierno central que, por ahora, deja hacer.

         Hemos optado a una pizca diseminada de parné por la salud ciudadana; sé que lo mismo, pero al revés, nos llevaría a más ruina económica que la que se avecina para finales de este agosto de mieditis y agobio.

         Para más inri los ministros y ministras le hacen un pasillo de loas y aplausos a nuestro Jefe Superior inmediato, señor Sánchez, que parece extraído, el pasillo, de un magreo de ciertas televisiones.

         Y él, lógicamente, se crece al tiempo que Aragón, Murcia, Madrid, Cataluña y el Fuenlabrada, entre otros entes, apuran sus últimos cartuchos antes de volver a confinarse por los siglos de los siglos.

         No somos, pero sí parecemos gilis redomados que vamos camino de un otoño infernal en el que “sálvese el que pueda” pueda ser nuestro nuevo grito de guerra.

         Y yo no puedo.

 

 

 

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