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El Copo. Una miradilla a la antigua normalidad


En este tiempo de caos -porque esto que nos hacen creer que es la “nueva normalidad” es una catástrofe que no merecemos- pues bien, en este infierno es bueno volver la cabeza atrás y recordar momentos sencillos, felices, normales y simpáticos.

         Recuerdo un recital de poesía que, gracias a Fundación Unicaja, en el que teníamos que intervenir el poeta de Arcos, Antonio Hernández, y un servidor que hacía las veces de telonero; el evento tendría lugar en la sacrosanta ciudad jienense de Bailén.

         En casos como éste y para asuntos de traslado acudía a mi buen amigo Manuel Martín -hombre bueno y cabal, de esa especie en peligro de extinción que sabe acodarse en una barra y echar un rato largo con él- para conducir el viejo Toledo que el conocía a la perfección.

         Llegamos a la plaza y allí nos esperaba el autor de “Sagrada forma”, una catedral de poesía hecha milagro. Tomamos posesión en el hotel, dejamos los trastos de aburrir al personal.

         Tras unos escarceos de investigación decidimos almorzar en el mismo hotel. Se acercó a nosotros un camarero de raza, eso se nota a la primera de cambio, y deposité en su mano diez euros que él, con gran elegancia, introdujo en el bolsillo de su chaleco.

         “Dígame”; le contesté que no le decía nada, sino que se ocupara él del resto. Recuerdo aquellas lonchas de jamón como las más sabrosas degustadas y un paté de perdiz que aún hoy me relamo con su recuerdo.

         Y ya está, cosas irrepetibles de aquellos tiempos normales.

         Cumplimos en el recital y bebimos y charlamos hasta el amanecer.

         Volveremos, Manuel, volveremos.

 

 

 

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