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El Copo. Residencias


Difícil y escabroso tema este de las Residencias de Mayores que hoy -por aquello de la posibilidad de crímenes que ha enunciado el vicepresidente 2º del Gobierno- traemos con cierta dificultad y tristeza a este “copo” nuestro de casi todos los días.

         Aunque de todos es sabido, conviene recordar que una Residencia no es un Hospital, sino un lugar donde numerosos ancianos residen dado el estado de gravedad que tengan; el mayor índice de residentes se encuentra entre los que padecen Alzheimer o bien sufren una muy escasa movilidad que impide, en la mayoría de los casos, ser atendidos por sus familiares. La mayor parte de las residencias son privadas y no toda la ciudadanía puede acceder a ellas.

         La muerte de ancianos residentes por Covid-19 ha alcanzado trágicas cifras durante esta horrorosa pandemia que parece va remitiendo, cruzo los dedos cuando escribo lo último.

         Los ancianos muertos se merecen no ya el Premio “Princesa de Asturias” sino el “Nobel de heroicidad”, y ello porque se han visto sometidos al llamado “triaje” o selectividad médica a la hora de elegir entre seres humanos según edades y, por ello, posibilidades de seguir existiendo y/o viviendo.

         Lógico parece, y lo es, que se elija -ante UVIS saturadas- entre los que poseen 30 años de vida y no los que tienen 80 de anciana sabiduría.

         Lo triste es la macabra frialdad con la que la ciudadanía -conjunto anónimo de seres- ha aceptado ese cara o cruz del lanzamiento de la moneda de la vida al aire.

         Un respeto y, por favor, una lágrima, solamente una para que nuestro corazón de piedra se convierta en uno de carne.

 

 

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