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¿Ineficacia o incompetencia?


En Diciembre del año pasado ocurre un hecho alarmante a escala mundial: En cierta región de China se produce un brote infeccioso producido por un coronavirus. La expansión del dichoso bicho sigue la ley del crecimiento orgánico contaminando a la población de forma exponencial generando enfermos infectados e infecciosos que han de ser aislados en un intento desesperado para frenar su expansión.

El virus se lleva por delante a los más vulnerables que tienen la mala suerte de ser infectados. Hasta aquí el problema de todos conocido.

Estoy seguro que existen modelos matemáticos que explican, no sólo la evolución de la enfermedad sino, en tiempo, cuándo se inicia la infección del famoso bichito, su desarrollo y expansión sin respetar fronteras. El trasiego nacional e internacional de personas, su aglomeración en todo tipo de eventos, sobre todo en grandes manifestaciones y espectáculos de masas son vehículo de transmisión conocido por los especialistas. 

La llegada a España era previsible por el precedente de Alemania y Francia, sobre todo, lo del norte de Italia y su evolución. Por eso, para cualquier persona medianamente informada, no le cuadra en el magín las explicaciones oficiales por muchas apariciones públicas que se hagan. Estoy seguro que, con el tiempo, saldrán a la luz todas la imprevisiones, quizá dolosas, probándose con certeza científica, la falta de actuación apropiada ante un problema de gravedad contrastada cuando había tiempo, si no de frenarlo, al menos suavizarlo, evitando la muerte a tantísimas personas que ha llenado de pena e infelicidad a las familias de los fallecidos.

Problemas de esta naturaleza evidencian la inoperancia de los gobiernos. Un gobierno eficaz adopta medidas acertadas. Un gobierno incompetente no las adopta y si lo hace, lo hace tarde y mal.

Haber desbordado  los números de China, no es muy esperanzador. Sin embargo, como en otras muchas ocasiones, saldremos del bache y volveremos por la senda de la recuperación.

Como dicen los toreros: “Que Dios reparta suerte”.

 

 

 

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