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El Copo. Margarita


Margarita tiene la no envidiable edad de 84 años y es natural de Arcos de la Frontera (Cádiz), ciudad de poetas; pongamos como ejemplos, entre otros muchos, a Julio Mariscal y Antonio Hernández.

         Ella entretiene el día “cose que te cose” para confeccionar “mascarillas”, ese bien tan apreciado hoy por su carestía. Al terminar la faena consigue crear, porque es una creación, entre diez y doce “contra-coronavirus” que regala a los más necesitados de La Peña, con dicho nombre también se conoce a Arcos.

         Ya es famosa porque su hazaña ha saltado a la “caja tonta” y se la rifan en entrevistas; su doble hazaña, tener 84 tacos y servir a los demás, es digna del Príncipe de Asturias.

         Margarita tiene mi edad o un servidor la de ella; o sea que ambos nacimos en mil novecientos treinta y seis, pero no sé si ella lo hizo antes de nuestra fatal guerra civil o después; lo de mi santa madre fue en enero, lo magnífico es que ambos hemos sobrevivido a ella, a la guerra, aunque seguimos padeciendo sus secuelas, a saber: ese machaqueo constante de unos y otros para que el recuerdo de aquello que nunca debió ocurrir siga machacándonos.

         Ambos, ella y yo, pertenecemos a los hijos de la guerra, y miembros de aquella generación están muriendo hoy a porrillo por culpa del bichillo hijo de puta que asola al mundo.

         La gran mayoría de nuestros antepasados, me refiero a nuestros padres, nos enseñaron a intentar olvidar y/o perdonar; pero unos pocos, de uno y otro lado, siguen dale que dale al manubrio del odio mientras Margarita sigue creando mascarillas.

         “Margarita se llama mi amor”

 

 

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