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El Copo. “De un político de extremo centro”


José Manuel García Margallo es un político de vieja escuela; lo digo porque ya lo veía en 1977 pasear con unos y otros, incluido un servidor, su excelsa figura por los pasillos del Congreso de los Diputados en tiempos de la elaboración de la Constitución.

         Compartíamos escaño en la extinta UCD, aquel conglomerado de partidillos e independientes, de tardofranquistas y similares, que tanto bien hicieron -deseo creer- a España.

         Él formaba parte del minigrupo de Pío Cabanillas, aunque después derivó a una corriente llamada “los jóvenes turcos” que tenía como misión única cargarse a Adolfo Suárez; una manía suya que siempre le acompañó y que terminó -por ahora- con su particular fobia hacia “la hormiguita atómica”, más conocida como Dolores Sáenz de Santamaría, la vicetodo.

En la actualidad duerme -nunca mejor dicho- plácidamente en el Europarlamento.

Acaba de publicar su libro “Memorias heterodoxas, de un político de extremo centro”; y ahí quería detenerme un par de minutos.

Y es que estoy hasta los cataplines de la utilización de la palabra “centro” en todo lo concerniente a política; y lo digo porque según mi leal entender el “centro político” no ha existido jamás, pero ahí andan todos y todas queriendo apropiarse del citado sustantivo para sus enjuagues políticos.

Se es de izquierda o de derecha -o de izquierda y derecha al mismo tiempo según convenga para intereses personales- pero eso de “centro” como el conjunto de todos los bienes sin presencia de mal alguno es una burda mentira

Ya ven que el más izquierdoso, teóricamente hablando, Pablo Iglesias, vive -metafóricamente hablando- como Dios; y el resto de la partida es de centroizquierda o centroderecha, jajajá.

Les puedo asegurar que García Margallo es un señor de derecha pura y dura.

Y no es que sea algo malo, sencillamente es la verdad.

 

 

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