De chaval gozaba, al igual que el resto de “mocosos”, de dos privilegios: la calle y el cine; el primero era a diario y del segundo disfrutábamos los jueves y domingos. Y digo los jueves porque en aquellos lejanos tiempos era el día que teníamos vacaciones por las tardes y si habíamos obtenido unas buenas calificaciones semanales éramos premiados con ir al cine en sesión continua, o sea: podíamos ver la “peli” dos o tres veces seguidas con las consabidas pipas y los aplausos de rigor cuando Franco salía en el Nodo.
Por ser de familia humilde, el llamado “gallinero” era, junto a la soldadesca melillense y sus atronadores pedos, mi sitio habitual. Recuerdo haber visto “Murieron con las botas puestas” hasta tres veces en una misma tarde; un servidor trotaba junto al sioux “caballo loco” frente al yanqui “Custer”.
Se nos ido a la envidiable edad de 103 años uno de los últimos iconos del cine de aquellos tiempos; ni más ni menos que Kirk Douglas, mi artista favorito junto a Bogart, Cooper, etc.
Me viene a la memoria “El gran carnaval”, film en el que el “del hoyito en la barbilla” interpretaba a un sensacionalista periodista que, sin escrúpulo alguno, deja alargar la agonía de un minero atrapado, al tiempo que la sociedad consumista monta un carnaval a la espera del fatal desenlace.
Y de aquella magnífica película podemos y debemos saltar al “Espartaco” de Kirk, el film que mejor retrata en la historia del cine la lucha de la esclavitud contra el todopoderoso imperio y ese empeño -parece que imposible de lograr- por alcanzar la deseada libertad.
Hoy día, cuando no sabemos explicar con claridad una brisa de bonanza que se mueve a nuestro alrededor, acudimos a dos palabras… “de cine” que lo dicen todo.
Pues eso, amigos: … “de cine”.
Normas de uso