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La buena noticia. Déjame como estoy


        En otros tiempos acostumbrábamos a realizar una especie de ITV vital basada en unos parámetros médicos, humanos y familiares. Nos hacíamos análisis para conocer nuestros niveles de glucosa, hematíes, colesterol, psa, hemoglobina, nuestro peso, capacidad pulmonar, etc., etc. Después hacíamos recuento de nuestro balance económico, de nuestra vivienda, vehiculo, empleo y posible jubilación. Finalmente echábamos una mirada a nuestra familia –con sus valores añadidos-, nuestra relación con Dios, a nuestros amigos y  el resto de la humanidad. Todo esto nos permitía conocer un poco nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Casi siempre aprobábamos… a veces con nota.

    Hoy en día es todo distinto. Si tuviera que presentar mis valores tendría que manifestar que soy un varón heterosexual, padre de familia numerosa, casado desde hace medio siglo con la misma, católico practicante, que no estoy afiliado a ningún partido ni sindicato, ni de extrema derecha ni de extrema izquierda, no soy nacionalista, me siento español, europeísta y ciudadano del mundo, no participo en ninguna tertulia –lo que me permite no tener que recurrir al argumentarlo político de cada día- y finalmente que me atrevo a buscar buenas noticias con ¡la que está cayendo! Un espécimen llamado a la extinción.

   Como podrán comprobar, tan solo con abrir periódicos o revistas, ver telediarios o tertulias y escuchar algunos programas de radio, no valgo un duro ni vestido de torero. Claro, por eso no estoy en la “pomada” ni salgo en el “photocall nuestro de cada día”. Hace años que no me piden mi opinión ni me invitan a dar charlas de las que he realizado miles a lo largo de mi vida. Definitivamente, no doy el tipo.

     Mi buena noticia de hoy me la transmite esa mayoría silenciosa de personas como yo. Gente corriente y sin brillo público que da el callo cado día y que llega con dificultad a final de mes. Esos españoles que votamos disciplinadamente cada vez que se les ocurre a los interesados. Esos que no ponen barricadas, ni pegan fuego a los contenedores ni cortan carreteras. Esa mayoría de catalanes que no quiere la independencia y ve con estupor como juegan con su futuro en un mercadeo de votos. Ese grupo de personas que repetimos la oración del chiste sobre el accidente en Lourdes: Virgencita, déjame como estoy.

 

 

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