Nos encontramos en el día equidistante entre el inicio y final de campaña; lo tomo para reflexionar y flexionar mis miembros anquilosados.
Hasta ahora nada me ha sorprendido.
Me ha salvado la niña, mi hija, que se puede afirmar que ha venido a vivir con nosotros.
Ella pregunta y el menda contesta mientras la “pastora” nos mira.
No se escandalicen, pero “la quiero más que a Dios”.
Toda la casa se ha impregnado de un olor inusual, o sea: de amor.
El sistema patriarcal se ha roto, por fin, en casa y ha emergido el filial.
Es difícil de explicar.
Normas de uso